Corría el año de 1464 y se celebraban las bodas de Juana de Solís, hermana del Maestre de Alcántara, con Francisco de Hinojosa, y, para dar mayor realce a los festejos, se organizó un juego de cañas en la Plaza Mayor de la Villa. Uno de los invitados principales era Alonso de Monroy, el poderoso Clavero (tesorero, diríamos hoy) de la orden alcantarina, sobrino del anterior Maestre, Gutierre de Sotomayor, quien ofreció al novio tener un brazo inmovilizado para darle ventaja. Tal fue la irritación que esto causó al de Hinojosa que, en medio del juego, intentó vencer al de Monroy con artes poco limpias y éste le propinó tal golpe con su caña, que el novio cayó al suelo, aparentemente muerto. El Maestre gritó: ¡Muerte al Clavero, que mató a Hinojosa sin porqué!, al que siguió la enfurecida multitud. El Clavero fue preso y trasladado a Alcántara, de donde escapó y comenzó el cisma alcantarino y la Guerra Civil de Extremadura, que duraría hasta tiempo de los Reyes Católicos.

La Plaza Mayor fue el escenario del comienzo de las últimas banderías, como ha sido escenario privilegiado de tantos momentos de la historia de Cáceres, de la grande y de la pequeña, desde el momento de su aparición, en el siglo XIV y se convierte, en esa centuria en el centro neurálgico de la población, desplazando al que, hasta entonces, lo fue: la Plaza de Santa María.

Por ese motivo, a finales del siglo XIV se abre la Puerta Nueva, que se enclavó donde hoy está el Arco de la Estrella. El comercio, los artesanos, los escribanos, todo se fue desplazando hacia aquí y, así, se desplazaron también los judíos, quienes, como ya vimos, en pleno siglo XV habían abandonado la Judería Vieja y se habían instalado ya en la Nueva, situada en las traseras de la Plaza Mayor. El Concejo fijó sus sede en unas casas de los Mayoralgo, cercanas a la Torre de los Púlpitos (la cual se levantó para defender la Puerta Nueva) hasta su traslado, ya a comienzos del XVI, a las Casas Consistoriales que estuvieron en el Foro de los Balbos.

La plaza es la más extensa de Extremadura, con amplios soportales y casas construidas, la mayor parte en una horquilla comprendida entre los siglos XVIII y XX, aunque existan algunos testimonios anteriores.

Portales por oficio

El perímetro de la misma se fijó pronto y las construcciones que la rodeaban fueron creciendo, en altura y solidez, a lo largo de los tiempos, mostrando amplios soportales, en torno a los cuales se organizaba la vida pública de la Villa. Todos los portales recibían su nombre, el Portal de Arriba, el de Abajo, el del Pan, el de la Carne, el de los Plateros, el Llano o de los Escribanos, el de la Zapatería... creando una verdadera trama gremial.

En los portales cercanos a la Calle Pintores se observa un azulejo que denomina a aquel lugar Portal del Pan. En los soportales cercanos a Paneras, se observa un lienzo de la Virgen de la Paz, copia del original de Rafael Lucenqui, que encargó el Ayuntamiento en 1865. Esos soportales están debajo de las únicas casas blasonadas de la plaza, y que pertenecieron al mayorazgo de Francisco de Ovando. En la casa que hace esquina con la Calle Empedrada, frente a la enorme casa de los Valhondo, se inauguró, ya entrado el siglo XX, el Hotel Europa, que fue el primero que hubo en Cáceres.

El lienzo opuesto de la plaza se asienta sobre la Cerca, aunque a finales de los sesenta y comienzos de los setenta del pasado siglo se derribaron algunas casas en una intervención no demasiado acertada, que denostaba unas épocas y unos modos constructivos para ensalzar otros. En aquellos años también se abrió la escalera del Arco de la Estrella, lo que obligó a abrir lateralmente el atrio de la Ermita de la Paz, levantada en el siglo XVIII sobre el solar de la gótica Ermita de San Benito. Posee pórtico central, de época, de tres arcos y uno lateral, como dije, contemporáneo, con rejerías de Pedro Durán y Juan Acedo en la que destacan los remates, fechados en 1756, como puede leerse en la inscripción. El interior es de tres naves separadas con pilastras y posee una airosa cúpula con pinturas de Juan cordero y yeserías de Vicente Barbadillo. El retablo rococó se atribuye a este último y alberga la imagen de la Virgen de la Paz de Pedro de Correas y otras interesantes esculturas de bulto redondo.

La ermita se adosa a la Torre de Bujaco, de la que ya hablé, y sólo añadiré que nunca, en tiempos antiguos se la denominó de esta manera, sino que se la llamaba Torre del Reloj o Torre Nueva. A la izquierda de la torre se levantaba la Ermita de San Salvador y, a sus, pies, se levantó el patíbulo hasta bien entrado el siglo XIX.

La Plaza Mayor, como dije, ha sido testigo de tantos momentos, proclamaciones de reyes, visitas reales, la Coronación de la Virgen de la Montaña, procesiones, ferias, mercados, juras de bandera, fiestas. Pero también negocios, conversaciones o las miradas que se paraban al paso de la belleza de Santa la Canela. Las piedras han sido testigos silentes de tantos momentos, miradas furtivas, imágenes en segundo plano, un grito rompe la noche y el tiempo que uniría todo más tarde.