Al ponerme en disposición de ensamblar esta aportación semanal que EL PERIÓDICO EXTREMADURA recoge entre sus páginas, hoy he tenido serias dificultades para decidirme a cuál de los numerosos temas que se me venían a la cabeza dedicarle este tiempo y esta modesta aportación personal, pues son tantas las situaciones que en este momento pueden acoger nuestra atención que al final me he decidido por compartir con ustedes estas línea de un Paseo de una ciudad, la mía, donde nací, y tuve el honor de ser su alcalde desde 1995 hasta 2007.

Se trata de un histórico lugar, por muchos motivos. Algunos objetivos como pueden ser los que forman parte de la memoria visual de la ciudad, y otros aquellos más cercanos que han rodeado la vida de algunos, que como yo, llevamos a este Cáceres y a esta tierra muy presentes, está ubicado al norte de la misma, en la denominada Era de los Mártires, donde allí cerca se construyó un importante núcleo residencial, en cuyo solar estuvo el Regimiento de Infantería Argel 27, y su Cuartel al que llamaban de la Infanta Isabel, que se encuentra en la ciudad gracias al buen hacer del General Ezponda, último Capitán General de Extremadura, fallecido el día de Nochebuena del año 1894.

Bueno, pues siguiendo con el Paseo Alto diré también, que es el parque más antiguo de la ciudad, su extensión aproximada de 37.000 metros cuadrados, sirvió de entorno agradable y muy romántico para muchos cacereños y cacereñas que durante gran parte del siglo pasado lo tomaban como lugar de encuentro y paseo. A su agradable microclima (fruto de una arboleda ya muy consolidada) se une una ubicación elevada que le aporta unas importantísimas panorámicas visuales, sobre el oeste de la ciudad (desde la Sierrilla y el parque del Príncipe hasta la ciudad antigua), hacia el norte (con la vista de esa gran barriada nacida en los últimos diez años, la Mejostilla y la Ronda Norte, hasta el NO de la provincia y las Sierras de Gata y Gredos).

La vegetación existente consiste en alineaciones de árboles (como eucaliptos, olmos y acacias) en el paseo de entrada, un pequeño espacio usado antiguamente como vivero en el que pueden encontrarse también palmeras canarias, estando el resto poblado de encinas sobre pastos naturales y eucaliptos en alineaciones sobre los viales.

Miguel Ángel Aguilar, en el libro ‘Cáceres’, de la Colección de Ciudades Españolas Patrimonio de la Humanidad (Editorial ARTEC, Segovia 1997) dice: «Cáceres desconocida y descubierta. Esos son los dos adjetivos más prodigados en sus testimonios literarios, por cuantos viajeros llegaron hasta ella en los dos últimos siglos.

Junto a ellos todos los demás visitantes de la ciudad antigua en la primera pausa, en cuanto se recuperan del asombro por lo que están contemplando, empiezan a interrogarse unos a otros sobre cómo habían podido permanecer hasta entonces en el desconocimiento, de por qué se les había privado de noticias ciertas de ese «paraje algo eminente y por diferentes títulos ventajoso, que acaba de ofrecerse a su contemplación».

O sea, sorpresas, y asombros, es lo que a veces invadía a quiénes llegaban por primera vez a esta ciudad, que por tantos motivos y especialmente por su barrio medieval, fue incorporada al Grupo de Ciudades Patrimonio Cultural de la Humanidad, y que algunos de sus rincones son artífices de ese título.