TPtasó la Navidad. Hemos vuelto a nuestras rutinas. Quizá sea este el problema, que la hemos dejado pasar y todo sigue igual.

Durante estos días, seguramente has visitado los bellos y monumentales belenes que se colocaron en nuestras ciudades, pueblos y parroquias. Puede que tuvieses uno puesto en casa o que, incluso, hayas participado en alguno de los vivientes que se han representado en muchos lugares. Todos ellos de innegable belleza artística.

Por mi parte, me gustaría destacar uno diseñado para hacer pensar y en clave de denuncia: el belén montado en la parroquia de Guadalupe de Cáceres.

En forma alegórica se presentaban las consecuencias del cambio climático, la desertización y la contaminación. Junto al portal de Belén una gigantesca chimenea echando humo. El suelo lleno de arena mezclada con trocitos de plástico negro. En los caminos abundancia de residuos contaminantes y pilas distribuidas por todo el terreno. En el agua contaminada del pequeño lago lava la ropa la lavandera y los pastores dan de beber a sus ovejas. Las consecuencias son evidentes: la salud de la naturaleza y la salud de las personas sufren las peores consecuencias.

El único lugar donde nace la hierba es a la entrada del portal de belén. Como queriendo decir que no todo está perdido, que aún nos queda una oportunidad y que quien sigue a Jesús es capaz de implicarse para hacer un mundo ecológico. Bajo el belén, unos pañuelos de colores, componiendo un arco iris, indican un futuro esperanzador.

En palabras de Tino, el párroco, "en este belén se denuncia la insensibilidad ecológica y sus terribles consecuencias, pero también se propone la acogida del estilo de vida cristiano que plantea la encíclica Laudato sí del Papa Francisco, fomentando la ecología integral, que comprende el cuidado de la Naturaleza, de las personas y de la justicia en el mundo".