Pastron#7 es su nombre de guerra. Madrileño y graffitero , de 32 años y con profesión estable, pide a los periodistas que no le fotografíen "para que no le reconozcan sus jefes". Es un ejemplo de "la vieja escuela" que ahora da ejemplo a los más de 30 jóvenes que ayer se dieron cita en el primer encuentro regional organizado por la Asociación de Escritores de Graffiti Urban Art de Cáceres.

"Reconozco que muchos graffiteros son vándalos y van rayando cristales", asegura este veterano que se crió pintando en lugares prohibidos de localidades madrileñas. "Lo que diferencia a los graffiteros de antes de los de ahora es el respeto", dice.

A pesar de ello, asegura que "una inmensa mayoría" se dedica a hacer "murales bonitos" y marca el camino para ser bueno en este oficio: "para ser conocido y famoso, tienes que andar firmando todas las papeleras del barrio. Es inevitable".

Pastron#7 fue uno de ellos porque, así lo demostró ayer, hace buenos murales "sin molestar a nadie y conviviendo con la ciudad". Y siempre cobra por ellos en exhibiciones. Sin embargo, tiene claro que los graffiti no esconden mensajes políticos ni sociales, aunque sí nacieron de la mano del break-dance, el hip-hop y la estética rapera.