No ha sido uno sino tres los peleles que esta mañana han sido ajusticiados en la plaza Marrón de Cáceres. La tradición de las Fiesta de las Lavanderas se ha cumplido y ha congregado a cientos de escolares, que han participado, ataviados con el traje de aguadores y lavanderas (aunque también de superhéroe o princesa) y han aportado los peleles que ellos han elaborado con sus profesores. Los menores del Delicias, Virgen de la Montaña, San José, Prácticas y el centro de Educación Infantil Santa Lucía se han sumado a la fiesta que organiza cada año el Aula de la Tercera Edad de la Universidad Popular. Cada centro escolar ha trasladado a su pelele desde sus propias instalaciones. La comitiva principal, de la Aula de la Tercera Edad, ha partido a las 10.30 de la avenida de Hernán Cortés y ha desfilado por Primo de Rivera, Calvo Sotelo, San Antón, San Pedro, San Juan y Roso de Luna. Vistiendo los trajes tradicionales y portando cestas de coquillos y roscas, han llevado al Febrerillo a lomos de un burro, increpándole, como las lavanderas le increpaban, por los rigores a los que les sometía durante el invierno. Antes de que el Febrerillo pereciera en la hoguera junto a los peleles elaborados por los colegios, Manuela Ramírez Ruiz ha cumplido este año con la tradición de leer el manifiesto de las lavanderas, que ha reivindicado esta vez la esencia de esta fiesta como "seña de identidad propia de nuestro pueblo y de su gente"... En el mismo se animaba a la multitud que se agolpaba en toda la plaza Marrón a olvidar "por unos días las penas y el trabajo diario".Antes que ella ha intervenido la alcaldesa Carmen Heras, que (tras las quejas de los más pequeños porque la multitud les impedía ver a los Febrerillos) ha recordado que la fiesta recuperará el próximo año su escenario habitual en la plaza Mayor, tras el fin de las obras que se acometen en ellaLos vivas a la fiesta del Febrero, al Carnaval, y a Cáceres han `prendido´ la mecha a los peleles que en pocos minutos se han convertido en un montón de restos de tela y cenizas. Las coplas de las lavanderas, los bailes tradicionales y el reparto de 600 kilos de coquillos y roscas y chupitos de licor (son alcohol) han despedido la que ya es la gran fiesta del Carnaval en la ciudad.