Isidoro Alvarez, dueño de El Corte Inglés, se desplaza un buen día en helicóptero a Extremadura. Viene a ver al presidente Ibarra. Pretende abrir sucursal en Cáceres.

Tiempo después el alcalde cacereño logra ser recibido por el empresario y, tras escucharle atentamente, José María Saponi le dice: "Isidoro, el Corte Inglés puede venir a Cáceres cuando quiera y donde quiera". Llegados a este punto hay que decir que cuando una empresa importante solicita instalarse en la ciudad el consistorio tiene la obligación de analizar en detalle la petición, de hecho ya ha habido al menos otro intento que no cuajó por desacuerdos entre los propietarios de los terrenos y los representantes de los grandes almacenes. Pero es que en este caso no hablamos de Corte Inglés sí o Corte Inglés no, hablamos de uno de los pelotazos urbanísticos más descarados que se puedan dar en nuestra ciudad.

J.A., personaje sobradamente conocido en el sector inmobiliario cacereño (parcela del Parque del Príncipe, el Muelo, etc..) con sobrada información, consigue de la Congregación de las Hermanas Carmelitas una opción de compra de 7000 m2 de los terrenos del colegio, al mismo tiempo que un acuerdo con El Corte Inglés por el que adquiere una parcela de 3.200 m2 para instalar un centro comercial.

Las Carmelitas obtienen la construcción de un chamizo en esquinazo al que llaman nuevo colegio y unas plusvalías que algunos cifran en 2.000 millones de las antiguas pesetas. Vamos, que el ecónomo del Arzobispado de Valladolid --recuerdan el de Gestcartera-- queda para pasar el cepillo en misa de doce si lo comparamos con las habilidades financieras de la madre general. El Corte Inglés recibe un buen solar a precio de ganga y Estudios Urbanísticos y Medioambientales SL, empresa de la que el señor J.A. es Administrador Unico, las enormes plusvalías derivadas de la construcción de viviendas de lujo en una superficie de 3.940 m2 con una edificabilidad de 15.000 m2 más otros 10.000 m2 de locales.

¿Y la ciudad qué consigue? De entrada, disminuir la calidad de vida de los ciudadanos al saturar el centro de Cáceres por la sobreexplotación del suelo. Y, según el convenio que firmarían entre el alcalde y las partes citadas más arriba, 2.500.000 euros para obras de infraestructuras. Las carcajadas de los funcionarios del servicio de Intervención se deben estar escuchando todavía, y es que los 2.500.000 euros que el alcalde nos vendió en su día a los portavoces de los grupos políticos no son otra cosa que la monetarización o pago en euros de las cesiones de suelo obligatorias por ley. El convenio a la única parte que obliga es al ayuntamiento cacereño, le obliga a recalificar los terrenos de un centro de enseñanza para especular con la construcción de viviendas de lujo --el minicolegio y el Corte Inglés no son más que un señuelo para hacer digerible la operación--.

¿Cómo es posible que al alcalde se lo ocurra poner la firma en un documento comprometiéndose a una recalificación indecente que somete a los concejales de la actual corporación y seguramente de la siguiente a dar licencias de construcción dentro de unos plazos preestablecidos, y a los técnicos municipales a avalar con sus informes tales permisos?

Una persona que pretende la docilidad de toda una corporación municipal y de sus técnicos y que justifica como un logro económico para el municipio las cesiones de terrenos obligatorias queda incapacitada no solo para gobernar sino para llevar si quiera el monedero en el bolsillo. Y por lo mismo, una oposición que no ponga el grito en el cielo por esta y otras tropelías como la gestión urbanística en general, el control del ayuntamiento por un núcleo duro de funcionarios, la política de gastos y compras y otras lindezas por el estilo, o está en el mismo barco a la deriva que el gobierno del PP o se marcha inmediatamente.

Carmen Heras, portavoz del PSOE, si es coherente con sus declaraciones --"la sombra de Marbella es alargada", dijo--, está obligada a votar en contra de la recalificación. La abstención de cualquiera de los miembros de su grupo no le sirve para sacudirse la enorme responsabilidad que tiene el primer partido de la oposición.

Izquierda Unida hará todo cuanto esté a su alcance para frenar este y otros disparates que está cometiendo el gobierno municipal del PP y pide para ello colaboración ciudadana.

Para terminar me viene a la cabeza un chiste que circulaban por los años 60: "Sabes que el alcalde de mi pueblo se ha enterado de que el saber no ocupa lugar, ha tirao la escuela abajo y en los terrenos ha hecho un abrevadero pá las vacas...". Claro que no estamos en los años 60. Cáceres es, pese a algunos, una ciudad habitable y agradable, y los abrevaderos si en lugar de agua contienen billetes de 500 euros no sacian la sed del ganado.