Una empresa privada ha presentado un plan al Ayuntamiento de Cáceres para convertir unos terrenos de uso educativo, en la manzana formada por las calles San Pedro, Virgen de Guadalupe y Santa Joaquina de Vedruna, en pisos y locales comerciales.

Este simple cambio de uso puede suponer unas plusvalías que personas más enteradas de estos temas que yo estiman superior a los 80 millones de euros (más de 10.000 millones de las antiguas pesetas). Naturalmente utilizan un señuelo: La implantación de El Corte Inglés. Y ya se sabe que sólo el nombre de esta empresa pone cachondo al personal, y no digamos al alcalde y sus concejales, que se muestran dispuestos a cambiar lo que haya que cambiar.

Que se requiere un aparcamiento en un lugar poco apropiado, concedido. Que es necesario autorizar pisos y aumento de alturas y volúmenes, autorizado. Y como el plan de urbanismo está en sus pasos finales, además con urgencia. ¿Pero es que viene el Corte Inglés? Nadie lo sabe. Sus órganos oficiales no han abierto la boca. Su costumbre es adquirir por sí mismo el suelo para construir a su gusto y no depender de intermediarios. Entonces ¿qué hay aquí?

Nosotros, los pobres ciudadanos solamente sabemos que hay negocio pero alguien debe saber de verdad lo que sucede aunque no lo quiere contar. Esta intervención urbanístico-empresarial es la tercera o cuarta que se lleva a cabo por iniciativa privada a la que el ayuntamiento se limita a seguir a pie juntillas. Las anteriores han modificado el modelo de ciudad y esta también lo hará. ¿Por qué estos y los otros señores promotores de ideas que no se les ocurren a los ediles no se presentan a concejales directamente? Porque esta manera de proceder deja en mal lugar al ayuntamiento pues da a entender que quienes tienen un programa y un modelo de ciudad son ellos no los que teóricamente mandan.