En el salón de la casa de Santa Lucía donde Manuel Teomiro lleva viviendo toda la vida, un diploma de la Unión Española de Explosivos reconoce "su dedicación en el empleo". Tiene fecha de 1968. Mientras desayuna café con pan migado, el señor Ferrer, como le conocen en el barrio por el apellido de su padre Vicente, tiene pocas ganas de recordar sus años en la mina de Aldea Moret. "Penábamos mucho. No había otra cosa", acierta a decir este abuelo que, con 88 años, pasó más de 30 en la mina, donde se encargaba de controlar que las bombas sacaran al exterior el agua que los mineros se encontraban mientras trabajaban.

Sentado al calor de la mesa camilla, Teomiro vive con Isabel, una de sus hijas, pendiente de él a diario. Aunque será homenajeado el próximo domingo, el antiguo minero asegura que este reconocimiento debería haber llegado cuando estaban trabajando. "¿Por qué se acuerdan ahora?", se pregunta. Su triunfo es ahora poder contarlo.