"La peluquería es tijera y peine. Lo demás, sobra". Palabra de profesional. José González, Pepe para sus clientes en Reyes Huertas, se jubila en mayo próximo tras 53 años de carrera. Atrás quedará una vida dedicada a un oficio que aprendió junto a su padre Alberto y su tío cuando solo tenía 12 años en la barbería que tenían muy cerca de la plaza de toros.

Casado y con dos hijos de 32 y 28 años, yerno de la saetera Teresa La Navera , uno de los peluqueros más veteranos de la ciudad lo deja. Orgulloso de su oficio, sabe bien cómo han cambiado los tiempos en los que conoció el lote de corte y afeitado a poco más de dos pesetas, muy lejos de los nueve euros que ahora cobra. En enero pasado cumplió 29 años en el establecimiento que abrió en el número 22 de Reyes Huertas. Pepe recordaba ayer los tiempos con Ricardo Cavallé en la estación de autobuses, donde empezó otra vida tras su primer trabajo o la etapa en Milor, el primer salón de peluquería para hombres que tuvo la ciudad en la calle San Pedro.

De las cualidades del buen peluquero destaca que "hay que saber escuchar" al cliente, por encima de la diplomacia o la capacidad de psicólogo. Nunca escondió sus ideas políticas. "Yo soy de derechas y, si hay que decirlo, lo digo", afirma. De lo mejor que recuerda, un cliente de Mallorca que, fiel año tras año, siempre ha confiado en su tijera. Lo peor, cuando tuvo que echar de la peluquería "a un alto funcionario que se negaba a dejar de tirar las colillas al suelo".

En su vocabulario aún suenan, como si pertenecieran para siempre al pasado de su gremio, palabras como Floyd , Geniol o Varón Dandy , lociones para después del afeitado. De todos los maestros a los que conoció nunca olvidará a Alfonso, un oficial de peluquería que trabajaba con su padre, al que recuerda "porque tenía unas manos impresionantes. He visto a gente buena con la tijera, pero como a ese señor, ninguno". Ahora utiliza la máquina eléctrica, pero nunca le ha gustado. A su nieto Alejandro, que ya tiene dos años, le dirá algún día que su secreto como peluquero fue siempre un buen peine y una tijera afilada.