La de este miércoles ha sido una imagen inusual en el mercadillo. No había casi nadie porque los cacereños creían que estaba cerrado. Y es que en un principio Sanidad así lo acordó el pasado viernes cuando tomó la decisión de poner restricciones en la capital. En cambio, tras varias conversaciones con los ambulantes, se optó por mantenerlo abierto pero reducir el aforo. Lo que ocurre es que, a través de las redes sociales, comenzó a circular el borrador del documento en el que sí se anunciaba el cierre. «Hemos empezado a desmontar a las doce de la mañana porque no venía nadie. Las clientas que venían lo hacían de paso y nos decían que pensaban que estaba cerrado. Ninguna administración se ha preocupado de informar de que había mercadillo», protesta el presidente de la Asociación de Comerciantes Ambulantes de Extremadura (Acaex), Julián Cruz.

Las restricciones llegan en un momento en el que parecía que habían comenzado a recuperar la afluencia de clientes que tenían antes de la pandemia. Les ha costado cuatro meses pero parecía que la clientela volvía a frecuentar el mercado. Y eso que todavía no convence la nueva organización llevada a cabo tras la crisis sanitaria: Ha sido necesario fijar diferentes accesos para la entrada y para la salida y elaborar circuitos internos para evitar las aglomeraciones.

DISTANCIA DE SEGURIDAD

Los puestos además han tenido que separarse para mantener la distancia de seguridad (debe haber una distancia de metro y medio entre puesto y puesto), lo que ha provocado que los ambulantes, que tenían un sitio adjudicado y clientela fija que acudía cada miércoles a su tenderete, hayan tenido que cambiarlo. Los primeros días fue un caos. Los clientes se marchaban porque eran incapaces de encontrar a los vendedores. Sin embargo ahora, cuando parecía que la situación comenzaba a estabilizarse, la pandemia les ha vuelto a castigar.

«Somos un colectivo autónomo, que siempre estamos aquí haga frío o calor y ahora vamos a perder el aforo con lo que nos ha costado recuperarlo», afirma Julián Cruz. Pusieron el grito en el cielo cuando conocieron la intención de Sanidad de proceder al cierre del mercadillo. De hecho estuvieron hasta altas horas de la madrugada del pasado viernes (cuando se anunciaron las restricciones) en conversaciones con el ayuntamiento para que mediara y se diera marcha atrás en la decisión de cerrar. «Nos decían que se había decidido por seguridad, para proteger al colectivo y evitar que nos contagiáramos y lleváramos el virus a casa, pero nosotros teníamos claro que preferíamos arriesgarnos, somos un colectivo autónomo», apunta el presidente de los ambulantes extremeños.

Ya tienen cerrados los mercadillos de Alburquerque, Monesterio, Quintana de la Serena, Usagre... Y se negaban a perder uno más. «No lo entendemos. En las localidades no se prohíbe que entren los repartidores pero sí prohíben que haya mercadillo. Somos uno de los colectivos más dañados», insiste Julián Cruz.

YA NO VIENEN

Desde la pandemia, asegura el presidente de Acaex, son muchos (hay 200 comerciantes) los que se han visto obligados a dejar sus puestos por no poder hacer frente a los pagos. Aquí, asegura, la tasa es «el doble» que en Badajoz. Y, a pesar de las restricciones, no ha bajado, por lo que reclaman también una ayuda (el consistorio sí les ha condonado la tasa correspondiente al segundo trimestre para compensar los meses que estuvo cerrado por el Estado de Alarma). De momento la tarifa se mantiene, por lo que tendrán que aguantar otra semana más con límite de aforo y pendientes de si las restricciones se prorrogan.