Alquilar un piso en Cáceres no es una bicoca, más bien todo lo contrario: un cúmulo de impedimentos y lo que es peor, una retahíla de prejuicios que en el caso de Pilar Frías Campomanes tienen que ver con el coronavirus. Su historia, inédita en el caso cacereño porque nunca se había contado algo así a la opinión pública, comenzó cuando cumplió su contrato de arrendamiento en el Residencial Universidad ya que el casero quería vender la vivienda. Le ofreció quedársela, pero ella prefiere el alquiler como opción, de manera que comenzó a buscar alternativas, y ahí comenzó la lucha.

«Llevo en Cáceres siete años, desde que comencé a estudiar Geografía y Ordenación del Territorio y un máster en Turismo. Por azares de la vida ahora estoy trabajando en la hostelería en la ciudad. Mi pareja también está en el gremio. Buscábamos pisos y lo primero que nos encontramos fue con precios desorbitados, no más bajos de 400 euros mensuales, la mayoría eran cuchitriles, del año de María Castaña o de ‘Cuentame’», relata con sentido del humor esta almendralejense.

Prefieren funcionarios

Prefieren funcionariosA eso se unió el principal motivo por el que no lograba un alquiler en la capital: los caseros no se fiaban de que trabajara en la hostelería. Sorprendente, pero cierto. «Pilar, tengo que contarte algo y me da mucha vergüenza», le dijeron en la inmobiliaria. «¿De qué se trata?», preguntó. Cuando recibió la respuesta se quedó atónita porque era la primera vez que le sucedía algo semejante: «Nos decían que si nos volvían a confinar podíamos quedarnos sin trabajo, que no se fiaban, que en ese caso lo mismo no podríamos afrontar los pagos», explica Pilar.

«¿Qué hacemos los hosteleros, nos vamos a vivir debajo de un puente?», cuestionaba la afectada. Los dueños, sentenciaban sin disimulo: «Preferimos a funcionarios, a un profesor, a un médico, gente que tenga un puesto seguro. No vais a poder pagarnos». Pilar trataba de convencerlos: «¿Pero si usted no sabe el dinero que tengo o no tengo. Cómo voy a ser tan inconsciente de querer alquilar un piso si no dispusiera de fondos?» A los dueños les daba igual. «Nos sentíamos como apestados, nos echaban para atrás; incluso les propusimos presentar unos escritos donde nuestros anteriores caseros avalaban que somos personas responsables». Y ni por esas.

Pilar explica que conoce a compañeros del sector que también han sufrido una situación semejante. Así que la única opción fue trasladarse a Malpartida. «Es el único lugar donde no hemos tenido problemas. Nada que ver con Cáceres, que nos hemos sentido como si tuviéramos que pasar un casting», lamenta harta de prejuicios.