Pilar Moreno, una valenciana cansada de ruidos, se ha convertido en una heroína para los miles de vecinos de toda España, cacereños entre ellos, que sufren los efectos de la movida nocturna, sobre todo el ruido de los bares.

Después de siete años de batalla legal, la semana pasada consiguió que el Tribunal de Estrasburgo de Derechos Humanos le diera la razón en una demanda contra el Ayuntamiento de Valencia, al que se culpa de "pasividad" a la hora de frenar la contaminación acústica que sufría esta vecina, vulnerando su derecho a la vida privada en el domicilio. La sentencia crea un precedente jurídico único e histórico.

En cada ciudad española, en cada pueblo, allá donde hay bares de copas, hay historias sonoras como la de Pilar Moreno. En Cáceres tampoco faltan, aunque ninguna ha llegado todavía a un final feliz. Tres de esas historias cacereñas tienen a otras tres mujeres de protagonistas y un mismo escenario: la plaza de Albatros, conocida también como La Madrila baja, que concentra una quincena de locales nocturnos.

Dormir con somníferos

Pastora Vega, como la actriz, pone nombre a una de esas historias. Ella es una matrona jubilada del Complejo Hospitalario de Cáceres, lúcida lectora y viajera, obligada a dormir con somníferos y tapones de nadador desde hace más de 20 años. "Cuando trabajaba era horrible. He madrugado mucho, me tenía que levantar a las 6.45 y cada noche pensaba en marcharme de aquí, ¿pero de dónde sacaba el dinero?", relata.

Estrenó el piso hace más de 30 años. Lo compró con mucho esfuerzo --su madre era viuda con cuatro hijos--, pero con mucha ilusión porque, al principio, aquel residencial de Construcciones Albatros, que ideó el arquitecto Tomás Civantos en parte de la conocida Huerta del teniente Gómez, era uno de los mejores lugares para vivir de la ciudad. "Empezaron a abrir bares uno detrás de otro y empezó nuestra desesperación", recuerda Pastora Vega. "Nos han hecho mucho daño y nos han devaluado los pisos. ¿Quién nos resarce del daño económico?", se pregunta dolida.

Su vivienda tiene entrada por la calle doctor Fleming, pero, como la mayoría, parte de ella asoma a la plaza de Albatros. Está

en una planta elevada, pero al ruido no le dan miedo las alturas. "Se filtra por los muros --explica-- y, sobre todo, por los huecos de las escaleras y los respiraderos de los baños". "El follón ha parado ahora un poco en la calle --continúa--, pero a mí me sigue despertando la música. Tendrían que tener limitadores de sonido".

En cuanto puede, hace las maletas y se va el fin de semana, bien a su pueblo, Piornal, o a otro lugar, con tal de encontrar sosiego. Como la valenciana Pilar Moreno, puso sus denuncias en manos de abogado, pero sólo consiguió gastarse el dinero. Ahora, la sentencia de Estrasburgo le crea nuevas ilusiones de luchar. "Cuando he leído la noticia en el periódico --la del fallo del tribunal europeo-- me ha encantado. Me siento totalmente identificada con esa mujer y algún día me gustaría felicitarla".

Miedo a represalias

Las otras dos historias de desvelos por los ruidos de los bares en La Madrila no tienen nombre. Las dos mujeres temen represalias, incluso de los dueños de los locales, o amenazas de los "borrachos" que rondan por el barrio, por eso aparecen con identidad ficticia en este reportaje y sin fotografías. "Es peligroso darse a conocer, ya han amenazado a la mujer del presidente vecinal", dice Ana Portillo.

El Submarino y el Airbag son los bares que torturan la paz de su hogar. Su tensión arterial, y la de su marido, ha sido lo primero en resentirse y es que "despertarse a las tres de la madrugada por gritos o por el retumbe de las paredes altera la tensión a cualquiera". "Es dormir con un continuo bom , bom , bom . Lo único bueno --concede un instante al humor-- es que estamos a la última en música".

El ruido tampoco es lo único. Pide a la periodista que la acompañe. Desde la ventana de uno de los dormitorios, señala un amplio charco en un rincón de la calle que dice son orines. "El techo que tiene por debajo ese rincón --asegura-- está podrido". Tiene un piso en venta en la calle Santa Teresa de Jesús, da a la plaza de Albatros, y reconoce que no será fácil venderlo.

Su marido se une a la conversación con una gruesa carpeta entre las manos. Es un amplio dossier con denuncias presentadas ante el ayuntamiento, escritos remitidos a la Junta --"la única que contesta, porque el ayuntamiento ni se molesta"-- y decenas de recortes de prensa acumulados durante sus años de batalla contra los ruidos.

Los dos reconocen que la situación ha mejorado "un poco" en la calle, pero el tema de los bares sigue siendo el mismo porque "después de cerrar reabren". "Si el mismo concejal reconocía en vuestro periódico que es ilegal que reabran, que hagan algo, que no se limiten a reconocerlo, que no permitan estos desmanes".

Noches infernales

Ponerse los cascos y escuchar la radio es muchas noches la única forma de que el marido de Ana Portillo encuentre el silencio que necesita para dormir. Para Soledad Ruiz, nombre ficticio de otra de las vecinas de la zona, también la radio es su único refugio. "Muchas noches no hay manera de pegar ojo", declara esta maestra jubilada. "He pasado noches infernales y en verano, aún peor, porque hay que abrir las ventanas y al ruido se suman los olores, los orines de todos los rincones".

Cada una de esas noches, que le provocan resacas de dolor de cabeza y nervios, ha pensado dejar el piso que, como los otros entrevistados, compró cuando se construyeron. "Me da pena, está muy bien situado y, bueno, cuando puedo me voy al pueblo", dice resignada.

En estos años, no se ha cansado de llamar a la policía, cuando le tiraron por la ventana desde un árbol una botella que aterrizó en su cama, cuando riegan el acerado de orines, cada vez que descubre el "vergonzoso espectáculo" con papelinas y otras muchas veces. Por eso la sentencia de Estrasburgo le da nuevas esperanzas. No cree que se atreviera a acudir en solitario a los tribunales como ha hecho Pilar Moreno, pero sí está dispuesta a hacerlo en grupo. "Esa sentencia anima a que luchemos porque se respete nuestro descanso".