Venía a Cáceres desde Valladolid y calculé la hora para poder disfrutar de la autovía al completo. O sea, que debía llegar a Cañaveral no antes de las nueve de la tarde. Porque los trabajadores podrán obrar a las cuatro de la tarde a pleno solazo pero los políticos, que se creen animales protegidos, no pueden inaugurar obras antes de las ocho. Es de agradecer, pues si inaugurando y echando discursos a esa hora dicen lo que dicen no sabemos lo que tendríamos que escuchar si hablaran a pleno sol. Con lo que el sol calienta las cabezas. El caso es que en ese momento se abría la autovía. Fue un suplicio porque hube de venir tras el coche de la poli, que abría el trayecto, hasta el desvío al Casar, Ronda norte, Trujillo, Madrid. A noventa-cien por hora. Una vez nos abandonó en ese punto se abrió la veda y un rapidillo consideró necesario probar la potencia del auto. Yo no pasé de 133. Cuando llegué a la rotonda del V Centenario miré el reloj. El recorrido recién inaugurado lo había realizado en 22 minutos. Y con la poli delante. Era el primer coche que entraba en Cáceres, sin contar a los oficiales y no sé si al rapidillo. No me dieron ni un punto de premio ni me regalaron nada. Se los darían al rapidillo. O a Caldera.