Se dice que ser figura del toreo es bastante más difícil que ser Papa de Roma. A fin de cuentas, al máximo representante de la Iglesia lo elige el Colegio Cardenalicio, donde todos son conocidos y amigos y, una vez ungido, cuanto diga va a misa sin discusión, al menos, en el seno de la organización eclesial.

Caso muy diferente es el de los toreros que sueñan con la gloria. El camino exige, también, años de estudio (el conocimiento del toro puede llegar a ser más intrincado que el misterio divino), meditación (el aspirante a torero debe aislarse del mundo y vivir por y para su anelo), sacrificio (los muchachos pierden su adolescencia y juventud y, a veces, hasta la infancia, sin más compañía que la del toro), y suerte (seguro que hay por ahí algún alma de torero ejerciendo otros oficios porque una cogida a destiempo, una enfermedad o su mala estrella le impidieron intimar con el traje de luces). Y algo más: juventud, un valor heroico, una cabeza privilegiada y la capacidad para emocionar y conmover a los públicos.

El matador de toros Jairo Miguel (Cáceres, 1993) sueña con ver su nombre en los carteles taurinos, aunque es consciente al tiempo de las dificultades que conlleva conseguir plazas en las que torear y de la falta de oportunidades que sufre el torero cacereño en su tierra.

Jairo Miguel asegura que los políticos cacereños no sacan pliegos para la gestión del coso taurino en los que se apueste por su nombre ni se preocupan por bonificar su contratación a los empresarios que gestionan la Era de Los Mártires. A su juicio, «las figuras tienen que venir y sus nombres deben aparecer en los carteles», pero asevera que estar siete años sin que cuenten con uno en el lugar que lo vio nacer es mucho tiempo, nadie me ha ayudado para poder torear «ante mi público».

«Es muy triste que en una plaza como la de Cáceres no se bonifique el poner en los carteles al único espada de la ciudad», añade. El diestro conoce estas dificultades porque lleva cuatro años sin vestirse de luces, y ahora el panorama futuro tampoco le abre un abanico de oportunidades. Se muestra convencido, además, de que el mundo del toreo debe de reconvertirse para ofrecer, en un momento en que las alternativas de ocio son mayores que años atrás, una «imagen positiva» de la fiesta.

Para ello, se acaba de crear una plataforma liderada por los matadores de toros Roberto Contretas y Emilio Rey, con el apoyo del Club Taurino, para potenciar la carrera de Jairo Miguel y «que la fiesta nacional no se venga abajo en Cáceres», destacan ambos espadas.

Contreras explica que los políticos «deberían apoyarnos en este proyecto tan bonito que tenemos con Jairo. Actualmente, el único torero en activo de Cáceres capital es él. Creemos que la plaza de toros que es Bien de Interés Cultural se la están dejando llevar, tanto en su estructura, como en su afición. Aunque seamos una minoría, esa minoría puede llenar el coso. Tiene que haber gustos para todos los colores. Vive y deja vivir», concluye el diestro.

La entrevista se desarrolla en la otra gran plaza de Cáceres, la Plaza Mayor. Desde allí, Jairo asegura: «Soy y me siento torero, pero sin una oportunidad no puedo conseguirlo ni demostrarlo. Mi ambición pasa por estar en los puestos de arriba de mi profesión. Ser figura del toreo es mi objetivo y mi deseo, pero es una montaña que se forma granito a granito. El toreo es un enigma y, al final, este misterio hay que ir descubriéndolo con dedicación, arrojo, entereza ante la adversidad y superación. De lo que depende de mí, no dudo: mi fuerza interior».

«Estoy entrenando muy duro y me encuentro en el mejor momento de mi carrera, más vivo que nunca», Jairo habla alto y claro. «Es momento de tratar de poner buena cara al mal tiempo, buscar ese positivismo y luchar por mi pasión, cambiar cosas, reinventarme, ir a mejor», dice.

Jairo Miguel lleva diez años en los ruedos de España y América y decenas de faenas a sus espaldas, lo que lo convierten en el torero más joven de la historia en cumplir más de una década en el coso. Debutó en público en Alcuéscar con 8 años. Allí toreó un becerro con figuras como El Fundi, Óscar Higares o Canales Rivera. Tenía 14 años y ya era figura máxima de los novilleros en América.

El que nace torero y quien se asoma al mundo con esa gracia, deslumbra; se siente, se le nota a lo lejos. Ahora el espada cacereño, con la ayuda de la plataforma creada en su apoyo, quiere pisar con garbo el ruedo.