El espectáculo bochornoso y vergonzante que aparece en nuestras casas, cada vez que encendemos la "caja tonta" para ver las noticias, acaba por provocarnos una suerte de náusea, de sensación de rechazo y depresión que nos conmueve las entrañas. La angustia y desesperación de los refugiados sirios con sus familias, abandonados en mitad de ningún sitio, padeciendo frío, enfermedades y necesidades para ellos y para sus hijos, mientras ciertos líderes políticos de países que pertenecen a la Unión Europea presumen de su intransigencia con ellos, levantando barreras de insolidaridad y de odio, cuajadas de "concertinas" hirientes, de alambres de pinchos, de desprecios y crueldad, demuestran que todo el aparato propagandístico de esta mal llamada Unión no es más que una enorme mentira, un inmenso fraude para hacer creer a los ingenuos contribuyentes, que los campos de Europa ya no tienen puertas ni fronteras; que la libertad de hombres, mercancías y capitales, es total, y que con ello se ha conseguido el viejo sueño de la Utopía Liberal --abierta y solidaria-- frente a las posturas cerradas, intransigentes y fanáticas del nacionalismo, del fascismo o del nazismo. Ideologías del pasado más negro a las que se creía definitivamente desterradas del paisaje social europeo.

Para ser respetuosos con la verdad, hemos de reconocer que, efectivamente, las fronteras han desaparecido para los productos industriales, para los capitales bancarios --viajando de paraíso fiscal en paraíso fiscal-- y para el dinero negro. Pero se han cerrado para las personas que huyen de guerras fanáticas; personas que no llevan maletas ni bolsas de dinero, y que vienen huyendo de una devastadora "guerra de religión" que, como todas las guerras de religión del presente y del pasado, están justificadas solamente en el odio, en la venganza y en el atavismo de los pueblos más atrasados.

Europa se va corrompiendo, infestada de odio y de avaricia. Y la Unión que nació sobre campos de solidaridad, sobre parcelas de libertad y sobre plantaciones de cooperación entre hombres, empresas y naciones; ve como van naciendo serpientes y ratas entre las parvas, para volver a levantar las fronteras y cerrar los campos con alambradas de concertinas que hieran las carnes de losinocentes.

Un admirable sacerdote, promotor y luchador de una ONG --¡sobre todo N.G.!-- que intenta mejorar las condiciones de vida de los refugiados que pretenden llegar a Europa, recordaba, no hace mucho, en una entrevista periodística: "La Unión Europea, que tiene normas y decretos para proteger y mejorar la vida de los animales, para evitar su maltrato o para mejorar su alimentación en granjas y criaderos, ha olvidado legislar para las personas; a las que no duda en encerrar en campos de refugiados que son barrizales inmundos, con peores condiciones de vida que donde viven los pollos, las vacas y otros ganados de granja".

Lo único que legislan los organismos e instituciones de la Unión Europea es cómo se debe expulsar a los inmigrantes, los plazos para echarlos y la altura y longitud de las vallas de pinchos que se pueden levantar en su fronteras. ¡Algo huele a podrido en Dinamarca!, decía Hamlet con toda la razón.