TAtrribar, arriver, arribar, arriver- Hubo un cruce de caminos gráficos y se coló el gazapo, efectivamente. Cuando caí en la cuenta y quise corregir el error, el conejito ya había salido y huía, indemne, hacia el papel escrito. Ideo praecor- Yo pecador me confieso a Dios, etc. Y otro: dije "trueque" y apareció "troque"- ¡Esos diablos de las máquinas! Lo zafio es lo otro. Dijo el poeta: "Del público ignorantón/ las burlas me dan empacho/ todos me llaman borracho/ y casi todos lo son". En efecto. Es el riesgo del que asoma la cara a la ventana. La condición insana de los ignorantes convierte en proyectiles su rastrera envidia. No saben ni leer, ¡cuánto más entender un texto!

¡Que ladren! ¡que ladren!... Y a lo que estamos. Pasos y paisajes. Los que dimos ayer por la Dehesa Boyal, inmensa, que se extiende entre Arroyo y Brozas. La raña de pasto y encinas se alarga al norte de Nuestra Señora de la Luz hasta entrar en el término brocense por el cordel de merinas, también conocido hoy como Vía de la Estrella.

Afloran las formaciones de granito, en las cuales, y sobre todo en torno a algún enclave sacro, las necrópolis dejan ver, en forma de sepulcro labrado en la peña, su misteriosa huella del pasado. Y más testigos: las prensas oleícolas, las de aceite digamos, que los vocablos cultos encocoran a los ignaros, ¡Cáspita!

Dehesa adelante, tal vez una legua, el Corral de las Vacas y allí un paisano, que venía en su bici, nos puso en dirección al Pozo de las Matanzas. ¿Qué matanzas? ¿Las de los cochinos, con su parafernalia de chillidos, cuchillos, artesas, lumbre, chamuscamiento y descuartizamiento de la víctima? No, no es eso. J. G. nos cuenta que ha oído, o leído tal vez, que en la lejana era aquella de la reconquista de estos predios cacereños del reino de León, quizás en época del rey Alfonso IX, hubo un fuerte y cruento choque entre las mesnadas cristianas y las agarenas, ¡los moros, c-!. Y en el paraje que pisamos ayer, en medio de la feroz batalla, (se) apareció La Virgen, que iluminó con su protección a los cristianos en detrimento de la morisma. De ahí la Virgen de la Luz, claro.

La gran mortandad dio nombre al pozo, al cual nos acercamos, chapoteando en el valle, aún anegado por las aguas. Sigue allí, con su estructura de granito y flanqueado por dos tumbas antropomórficas. Más al norte, cuando la dehesa de pasto se enturbia en un monte de breñas y sardón espeso, JG nos llevó a ver unos extraños restos de pared, que dibujan en el suelo, a tramos a veces imperceptibles, lo que fue reducto ¿de qué? ¿alberca, zonche, piscina, abrevadero? El caso es que la argamasa que los forma nos aventa a épocas ¿romanas? ¿alto medievales? Cualquiera sabe. El quid es que las alcahuetas de la Historia, que son las tégulas, abundan en el paraje boscoso de modo primordial. A todo ello, añadiremos que mayo soleado iba ya dejando sobre los campos una solajera de las llamadas "de justicia"; que se nos fue caldeando la piel al viento y que la necesidad de un reconstituyente refresco nos alejó del escenario que comentamos. Tumbas, prensas, paredes, brocales, tégulas. Si no fuera por la omnipresencia de las pertinaces vacas podrían oírse, o sentirse, con algo de suerte, los ecos de aquel pasado que tanto nos atrae. Pero, por desgracia, hasta estas soledades campestres ha llegado la mano estúpida de los grafiteros actuales que, como los ignorantes comentaristas, pretenden incordiarnos y ofendernos.