Nunca hubiera imaginado que las bayetas vulgares para limpiar suelos - que sirven también para fregar expedientes y devolver cierto prestigio a los políticos - pudieran alcanzar precios tan elevados como los que aparecen ahora en los informes e investigaciones de la Guardia Civil. Informes referidos a ciertos departamentos oficiales de algunos Ministerios; a unos cuantos de la Comunidad de Madrid y a los de instituciones o fundaciones gobernadas por elementos liberal - conservadores de corte «popular».

La verdad es que este afán de «limpiar, pulir y dar esplendor», que ha afectado a muchos miembros del PP - encargados de la gestión de varios departamentos, oficinas y organismos públicos - da mucho qué pensar; pues ninguno de ellos ha sido miembro de la RAE, que son los que verdaderamente deberían ocuparse con más entusiasmo en realizar estas funciones sobre la Lengua Española. Pero, últimamente, han surgido entre sus «clientes» un afán desmedido por comprar muchas «fregonas» y ofrecer sus servicios de limpieza a Presidentes de ciertas Comunidades Autónomas; a Presidentes de Diputaciones Provinciales, a Alcaldes o a Concejales para «limpiar su nombre» y «mejorar su imagen» en las dichosas «redes sociales», por módicos precios que nunca bajan de cien mil euros; y que normalmente, a lo que parece, siempre van cargados en los presupuestos de estas Instituciones.

Me gustaría dedicar esta «Tribuna» a predicar en favor de estas iniciativas tan loables, destinadas a «limpiar» nuestros suelos, aires y playas; a mejorar la imagen de nuestros políticos y a dar lustre y buen nombre a quienes son responsables de todas estas Instituciones. Pues últimamente es tal la cantidad de «estiércol» que aflora en periódicos, emisoras de radio o en los programas y tertulias de TV, que los buenos españoles - antes tan orgullosos y altaneros - empiezan a sentir nauseas ante la situación higiénica de su propio País.

Por los «informes» y «expedientes» de honestos investigadores que aún conservamos entre nuestras «Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado», conocemos a los «limpiadores» dispuestos a llevar a cabo estas tareas, si se les paga generosamente con el «dinero de todos» para barrer trastiendas, levantar y limpiar alfombras, retirar verdades de los vericuetos de la «Red»- que no suenen demasiado - y crear de la nada «informaciones transversales» para distribuirlas por las «Redes» en favor y loa de los considerados más sinvergüenzas.

Tradicionalmente, estas tareas higiénicas se llevaban a cabo mediante la aplicación de productos desinfectantes, blanqueadores y regeneradores sobre suelos de «trastienda» que aún conservaran huellas de sus recientes ocupantes.

Vamos, lo que antes se hacía con la previa censura policial sobre los medios de comunicación y con el control de informaciones u opiniones contra el «régimen». Pero ahora la censura se ha relajado. La Constitución ha reconocido la «libertad de opinión» y de «expresión» y ya no queda más salida para «lavar los trapos sucios» que destruir los discos duros de los ordenadores, «reformatearlos» treinta y seis veces o, como en este caso, encargar la limpieza de las «redes sociales» mediante costosas lejías informáticas que hagan desaparecer espurias relaciones telefónicas, acuerdos ilegales tomados a través de «twiters» o de otros tejemanejes sucios de nuestros políticos; que es conveniente «lijar» con cuidado, a pesar del alto coste de las «fregonas» que tendremos que pagar todos los españoles.