Los cacereños somos muy dados a decir a los demás lo que tienen que hacer pero muy poco proclives a hacer autocrítica. Nos prodigamos con facilidad en consejos, advertencias y recomendaciones, pero no sé si resistiríamos una cámara 'gran hermano' que recogiera y examinara nuestro comportamiento cívico. Uno de los asuntos más polémicos es el de la recogida de desechos. A menudo, recibimos toda suerte de ejemplos de cómo separar, clasificar y reciclar porque lo que está en juego "es un mundo mejor para nuestros hijos", argumento que dicho así pone los pelos de punta y hace pensar en pelis americanas de catástrofes cósmicas.
Ahora bien, no se sorprenda si ese mismo que le está dando lecciones acerca de los colores de los contenedores, es el mismo que se pasea con su perro delante de la puerta de su casa dejándole hacer sus necesidades en el lugar más inoportuno y sin bolsa de plástico en la mano, o sea, todo muy ecológico. Nos movemos mucho por modas y nos gusta que los que están cerca crean que somos unos ciudadanos ejemplares, aunque luego olvidemos separar el cartón del cristal y tiremos el aceite usado por las cañerías de la comunidad.
En estos días hemos podido leer en El Periódico EXTREMADURA que se han producido unos vertidos de aguas fecales en el mar de las Canarias por una acumulación de toallitas arrojadas en los retretes. Si no lo sabe usted, se lo digo yo: no hay toallitas especiales para tirar en los servicios como se puede leer en algunos envoltorios; todas, sean de la marca que sean, provocan unos atascos gigantescos en las cañerías muy difíciles de solucionar y es, a mi modo de ver, junto a las pintadas en las paredes de las ciudades modernas, una agresión ecológica aparentemente asimilada pero insostenible. No sé qué pensará usted, pero yo me temo que en estos asuntos tan sensibles la solución pasa por el comportamiento cívico individual y por que todos pensemos, cada vez que reciclamos o separamos o cogemos una toallita para tirarla al váter, que tenemos una cámara en nuestra conciencia que registra todo y luego nos pide explicaciones. O lo que es lo mismo, menos aconsejar a otros y más responsabilidad personal. O para decirlo con palabras de Luis Cernuda: "No hables que me distraes de lo que eres".