En una misma sala, a escasos metros de distancia, reposan un Tàpies, un Picasso y un Kandinsky. En ese triángulo mínimo de separación podría resumirse la esencia del arte. Precisamente, en ese mismo triángulo se condensa también la naturaleza del nuevo museo Helga de Alvear de la capital cacereña: concentrar décadas de patrimonio en un solo espacio.

Por fin este viernes, tras la inauguración oficial que presidieron los Reyes durante la jornada anterior, el edificio abrió sus puertas al público. Desde primera hora, la fundación habilitó la opción para hacerse con la entrada --es gratuita pero hay un cupo máximo por el coronavirus-- y la expectación generada en la ciudad con la apertura de la esperada ampliación provocó que en las primeras horas se completaran los primeros cupos de reservas. De hecho, en algún momento, los internautas advirtieron del colapso de los servidores debido al gran interés.

A lo largo de la mañana recorrieron las instalaciones autoridades políticas como la concejala de Cultura, Fernanda Valdés, y el edil de Turismo, Jorge Villar, y representantes del mundo del arte y la cultura de la capital cacereña. Recorrieron el edificio acompañados por el comisario de la exposición, José Luis Viñuela. Al margen de visitas oficiales, entre las primeras caras que recibió el inmueble se encontraban la de vecinos de la ciudad como Francisco Luque y Leonor Cáceres. Ambos quisieron formar parte de la lista de los visitantes más madrugadores en las instalaciones. Varios motivos son los que les empujaron a ello. «Venimos por curiosidad y para agradecer a Helga que haya instalado el museo aquí», manifiestan. Reconocen que cruzaron la puerta con grandes expectativas. «Es grandioso, esperábamos que lo fuera porque ya solo al pasar por la calle te das cuenta de su magnitud, aunque no es lo mismo verlo todo en fotos que en tamaño real, impacta», aseguran.

También destacan como vertiente positiva del proyecto que se «ha recuperado una parte de la ciudad degradada» y llegan a comparar el museo cacereño con un equivalente del Guggemhein de Bilbao. «Se mezlca la vanguardia con lo monumental», añaden al tiempo que abandonan la sala con los grabados de Goya. Francisco y Leonor continúan su visita. Cruzan la obra de Ai Wei Wei y llegan a la sala de Picasso y Kandinsky. Ellos han sido afortunados porque en las primeras 24 horas se ha agotado las reservas para el fin de semana y casi las plazas para todo el mes. Aún les quedan otras tres plantas.