Aunque probablemente la Primera Comunión tuviera algún significado religioso en el camino del catecúmeno, en nuestros días ha pasado a ser un acto social que ha aumentado los aspectos lúdicos y ha disminuido las religiosos.

Para algunos, como el lector sabe, se trata a la vez de su primera y última comunión, lo cual no es sorprendente dada la relevancia que la vida religiosa tiene en sus familias.

No existe fundamento pedagógico que justifique este acto pues es imposible que un niño de esa edad tenga concepto de pecado y menos aún pueda hacerse una ligera idea de la transustanciación.

De lo que no tiene dudas es de los beneficiosos resultados que reporta ser protagonista de una fiesta y por eso la exigen a sus progenitores. Para satisfacer a los chiquillos y llenarlos de regalos han comenzado a celebrarse las Primeras Comuniones Civiles.

Es decir, la Primera Comunión sin Comunión. Que no difiere mucho de las originales, a no ser la ausencia de la ceremonia religiosa, por ahora sin sustituta, pues por lo demás todo se mantiene igual: el banquete, los regalos, los parabienes, la reunión familiar...