Ha sacado de la chistera don Teófilo Amores un nuevo conejo con la intención aparentemente de justicia política para que algunas calles de nuestra ciudad cambien de nombre. Es una manera facilona, muy de moda entre la clase política actual, de hacer que el respetable se mantenga entretenido para no pensar en cosas más directas, como la creación de empleo, por ejemplo, que tanta falta hace en Cáceres.

Sin desmerecer las buenas intenciones de quien se presentó como candidato de Vox a presidir la alcaldía, esto es, el partido de la extrema derecha y que luego decidió pasar a concejal no adscrito, he de decir que a mí esto del debate sobre la avenida Primo de Rivera me ha recordado a cuando el NO-DO nos informaba de la gira de Marisol en América y así nos olvidábamos de las barbaridades que don Francisco, que vivía en El Pardo, había hecho en España, permitiendo que las cunetas se llenaran de muertos porque eran rojos o eran maricones. Quiero decir con esto que la Memoria Histórica la guardamos muchos en la cabeza: la sufrimos, la padecimos y la callamos, que en mi casa mi padre siempre temía que vinieran los grises y nos llevaran a galeras.

Ahora, Primo de Rivera se llamará Clara Campoamor, una calle que ya existe: está en la urbanización Infanta Isabel. De modo que en este asunto no hemos dado ni una. ¿Alguien en Cáceres llama a esta avenida Primo de Rivera, o para ser más exactos Miguel Primo de Rivera; alguien la llamará avenida Clara Campoamor? Nadie, a excepción de los empleados de Correos y los repartidores de Amazon, porque de toda la vida en Cáceres quedamos en Múltiples. Y eso, don Teófilo: ponerle el nombre de avenida de Múltiples sí que hubiera sido un pelotazo, ahí sí que le hubiéramos parado los cacereños por la calle, le hubiéramos dado una cariñosa palmadita en la espalda y pongo la mano en el fuego de que, llegado el caso, le hubiéramos dedicado hasta un pasodoble.

De manera que no es esta la mejor forma de rendir homenaje a Clara, abogada madrileña, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer. A ella le debemos la creación de la Unión Republicana Femenina, puesto que fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino en nuestro país, que se logró en 1931, y por primera vez fue ejercido por las mujeres en las elecciones de 1933. A causa de la Guerra Civil tuvo que huir de España y finalmente murió exiliada en Suiza. Cáceres ya la había recordado con un calle, pero qué más da, ahora se le dará también una avenida para mayor gloria de nuestros insignes estadistas.

Lío

Ha habido siempre, por cierto, un lío en Cáceres al hablar de esta vía, que no se sabía si era para Miguel o para José Antonio. Era para el primero, porque el segundo, nacido en 1903, fue falangista, primogénito de Miguel y fundador de la Falange Española. Acusado de conspiración y rebelión militar contra el Gobierno de la Segunda República, fue condenado a muerte y finalmente ejecutado durante los primeros meses de la guerra civil española. Su imagen idealizada fue honrada durante la contienda por el régimen franquista, que lo convirtió en icono y mártir al servicio de la propaganda del instaurado Movimiento Nacional.

Su padre, Miguel, jerezano de 1870, promovió en 1923 un golpe de Estado que contó con el visto bueno de Alfonso XIII,? dejó en suspenso la Constitución de 1876? e instauró una dictadura en la forma de un directorio militar entre 1923 y 1925, al que le seguiría un directorio civil.

Era Miguel muy amigo de visitar Cáceres, lo hizo la primera vez en 1925 para casar a unos novios en Trujillo. Así que la ciudad le estaba tan agradecida que en los años 40, ni corta ni perezosa, borró el nombre de avenida del Oeste (era así como se llamaba) y le hizo el regalito al dictador.

Como cuenta el cronista oficial, Fernando Jiménez Berrocal, que es todo un pozo de sabiduría (ese sí que merecería que le dedicaran no una calle sino el callejero entero), fue en los 70 cuando en Primo de Rivera se levantó el edificio de Servicios Múltiples, en el solar que antes se había dedicado a talleres de la diputación. Desde que el coloso administrativo se puso en pie, todo Cáceres llamó Múltiples a esta zona de la ciudad.

Pienso en todo ello mientras realizo mi recorrido habitual por los establecimientos de hostelería de nuestra capital: el bar ¡Venga enseguía! que llevan Marciano y José María (qué buenos el arroz con bogavante y el cachopo) o La Pausa, que está en Antonio Hurtado con Verónica y José Manuel, especializado en cocina tradicional. Y es que el mejor método para olvidar el efectismo de los políticos es saciar el paladar.