El miedo empujó a Isidro Sánchez a huir de su pueblo, Madroñera, una mañana de otoño de 1936. Lo que pareció que supondría una liberación para él, acabó llevándole hasta un campo de concentración nazi en Alemania. La historia de Isidro, o Isidoro como se le reconoció durante su estancia en Francia y Alemania, es el ejemplo del horror que al menos 76 cacereños sufrieron entre 1941 y 1945. Tras muchos años en el olvido, gracias a las investigaciones de Benito Bermejo y Sandra Checa, quienes realizaron un proyecto de recuperación de datos de españoles deportados a campos de exterminio nazis en 2006, familias como la de Isidro pueden conocer cuál fue el destino de sus seres queridos.

Según los datos recogidos en el buscador que ofrece el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, un total de 76 cacereños procedentes de 44 localidades distintas pasaron por estos lugares de tortura, donde 53 fallecieron, 20 fueron liberados y de 3 de ellos no se conoce aún su final. Algunos municipios contaron con la pérdida de hasta 5 de sus habitantes en estos campos, como es el ejemplo de la desaparecida Talavera la Vieja. De otros, como Cañamero y Berrocalejo, se tiene constancia del fallecimiento de 4 hombres.

La mayoría de ellos, 61 cacereños, fueron a parar al campo de concentración Mauthausen, ubicado en lo que actualmente corresponde a Austria. Desde agosto de 1938 al 5 de mayo de 1945, cuando fueron liberados, 195.000 prisioneros pasaron por él y al menos 95.000 murieron. Dachau, Neuengamme, Buchenwald, Neue Bremm, Hinzert y la prisión de Freiburg-im-Breisgau completan el listado de campos de trabajo hasta los cuales llegaron soldados y civiles de la provincia cacereña.

En el caso de Isidro, en el campo de Dachau (Alemania), y más concretamente en el subcampo de Allach, tuvo lugar su mayor tiempo de tortura junto a los 200.000 prisioneros que se estiman estuvieron allí encerrados. La historia habla de 31.591 fallecidos en este lugar, que se ha convertido a día de hoy en uno de los campos de concentración más conocidos y visitados por el público. Se trata del primero que abrió, el 22 de marzo de 1933, y por ello se cree que sirvió de ejemplo y modelo a seguir para aquellos que le prosiguieron. Vejaciones, torturas, hambre, asesinatos y experimentación con humanos tuvieron lugar entre sus muros, de los cuales fueron testigos Isidro y sus más de 60 compañeros de batalla.

HUIDA DE LOS NACIONALES Un sobrino nieto de Isidro Sánchez, el profesor-tutor de Historia de la Uned-Madrid Sur Juan Pedro Rodríguez, pone ahora voz a su historia. "Apenas hacía dos o tres días que habían entrado los nacionales en el municipio, entre los meses de noviembre y diciembre de 1936, cuando mi tío abuelo huyó del lugar", relata Juan Pedro. En esos días los asesinatos y amenazas se producían constantemente en el pueblo, motivo por el cual esa mañana otoñal Isidro montó en su burro como cada día, simulando que iba a trabajar al campo, y abandonó su hogar. A las pocas horas, su madre encontró al burro en la puerta de la casa. Había vuelto solo. "Suponemos que este animal era el sustento de la familia y por ello mi tío abuelo, una vez llegado al monte, lo soltó a sabiendas de que volvería". Desde ese día, su madre supo que no volvería a verle.

En Madroñera dejó a su mujer y sus dos hijos, quienes al cabo de un par de días, siendo conscientes de que la venganza por la desaparición de Isidro podría recaer en ellos, consiguieron escapar a Madrid. En el camino del joven, que entonces tenía 26 años, la familia cree que encontró a otros en su misma situación. Algunos de ellos, una vez en el monte, decidieron volver para despedirse de sus familias, lo que en la mayoría de los casos acabó en ejecución. Sin embargo, según los datos que ha podido recopilar Juan Pedro, Isidro llegó a Madrid y, a medida que el territorio de la república iba retrocediendo, él huía hasta ubicarse en Barcelona.

En un principio entró en la milicia y, tal y como revela la posterior pensión que le fue concedida en Francia con el reconocimiento de oficial, se cree que entre 1938 y 1939 fue ascendido a teniente. En el 39, Isidro cruzó la frontera a Francia, donde a él y a otros compañeros se les trató como a refugiados y se les reubicó en distintos pueblos. Estos grupos intentaron unirse de nuevo para montar un ejército y luchar, pero sus intentos finalmente fueron fallidos.

En esos años, tal y como cuenta el historiador, entró Hitler en el país. Francia acabó dividida en dos. Los exiliados del norte fueron evacuados, llegando a Inglaterra o trasladados al campo de concentración de Mauthausen. En el sur, donde Isidro vivía, se llevaron a cabo acciones de sabotaje y resistencia en las que él participó como miembro de las Fuerzas Francesas de Combatientes, por lo que finalmente fue detenido por el gobierno de Vichy. Tras su detención en Toulouse, fue procesado y condenado a dos años de cárcel en la prisión central de Eysses (Francia).

DEL 2.626 AL 73.986 Bajo el número de preso 2.626, el 28 de octubre de 1943, Isidro entró en prisión. El y otros 200 españoles más participaron entonces activamente en el motín de Eysses, "en el que los propios vigilantes dieron armas a los amotinados", y que acabó con la ejecución de varios españoles, entre otros prisioneros, y el traslado el 18 de junio de 1944 de Isidro y de más de 60 de sus compañeros de resistencia custodiados por las SS.

"Los metieron en un vagón de

tren. En el camino, no sabían ni a dónde iban --España o Alemania-- ni qué sería de ellos. Si acababan en territorio español, su fin sería inmediato. Sin embargo, llegaron a Allach", relata Juan Pedro. Allach era una subcampo perteneciente al centro de exterminio Dachau, a 13 kilómetros al noroeste de Múnich, en Baviera (sur de Alemania).

A su entrada el 20 de junio de 1944, a Isidro le fue otorgado el número de placa 73.986 bajo el título de preso político, al igual que a sus 67 compañeros españoles, y con la inscripción de 'trabajo esclavo'. Diez meses y diez días pasó preso Isidro en Dachau. "Por toda la información que he recogido, podría decir que la vida allí no era más que ver pasar el tiempo esperando la muerte", lamenta Rodríguez. Dentro del campo, detalla, los trataban como animales. A veces les trasladaban a dos fábricas distintas, una de aviones y otra de porcelana, para trabajar. El camino hasta éstas era de muchos kilómetros, los cuales los prisioneros tenían que hacer a pie entre la nieve y bajo temperaturas muy extremas. "Lo peor era que si alguno caía al suelo en mitad del camino, le mataban directamente". Durante los descansos de estas largas marchas, cuenta Rodríguez, los vigilantes de las SS les amenazaban con sus armas para que no se movieran e incluso les advertían de que por cada prisionero que escapara, morirían otros cinco, con lo que conseguían disuadirles de la huída.

Ya a los campos de concentración los presos llegaban muy débiles. A esto se les sumaban las difíciles condiciones de vida a las que allí se tenían que enfrentar. El cansancio y el hambre provocaron el fallecimiento de muchos de ellos. "Algunos incluso tuvieron que pasar por experimentos", asegura. A día de hoy, en el museo de Dachau se habla de infecciones intencionadas de malaria y pruebas de hipotermia y altura, entre otras.

Cerca del final de estos campos de concentración, entre los meses de marzo y abril del 45, "hubo mañanas en las que al amanecer descubrían que los propios vigilantes de las SS habían desaparecido. Seguramente por miedo, ya que veían como se aproximaban las fuerzas enemigas". Incluso, tal y como ha podido averiguar Juan Pedro, pudo existir un tipo de pacto entre presos y vigilantes para acabar con los disparos y la suma de muertos. Sin embargo, a la llegada de las tropas americanas a las cercanías de Allach, se produjo un ataque entre ambos ejércitos. Algunos de los disparos acabaron dentro de los barracones del campo y provocaron la muerte de algunos presos, posiblemente de origen polaco.

VUELTA A TOULOUSE A finales de abril de 1945, las tropas americanas llegaron a Dachau aunque en un principio no dejaron salir a los internos por miedo a contagiarse de enfermedades. Trasladaron comida a los prisioneros, lo que provocó la muerte de algunos de ellos al ingerir alimento de golpe, a lo cual sus cuerpos ya no estaban acostumbrados. Según cuenta el profesor de historia, en ese momento los españoles se dividieron por grupos o afiliaciones políticas e hicieron banderas. "Suponemos que Isidro, por su trayectoria, fue uno de ellos", declara. Y, al fin, los prisioneros de Allach quedaron libres. Según el registro, el 30 de abril de 1945 en el caso de Isidro.

Una vez que el madroñero, Isidoro Sánchez para el gobierno francés, llegó a Toulouse de nuevo obtuvo el reconocimiento como resistente combatiente y le fue otorgada una pensión con rango de oficial. Allí, Isidro recuperó a su familia, a su mujer, también natural de Madroñera, y a sus dos hijos. Según cree la familia, al tiempo tuvo otro descendiente más. Pero nadie supo mucho más de Isidro en su pueblo natal. Suponen que por miedo, nunca volvió a España. Algunas cartas, por las cuales supieron de su supervivencia, fueron la pequeña conexión que existió durante años entre sus familiares e Isidro, la cual desapareció hace ya décadas.