He utilizado el nuevo párking, lo confieso. Tenía que hacer unos «mandaos» urgentes por el centro y... no tuve más remedio, de verdad. Pero estuve muy poco tiempo, se lo aseguro, lo justo para cumplir mis obligaciones maritales, ni un minuto más de lo necesario, créame. Y, ¿sabe usted una cosa?, me pareció muy útil. Hasta hace unas pocas semanas era un auténtico suplicio buscar aparcamiento por la zona, y sin embargo ahora, por un precio razonable, tenemos una preocupación menos.

Es cierto que en nuestra pequeña y coqueta ciudad todo es abarcable caminando, que es posible recorrerla de punta a punta en muy poco tiempo, y que coger el coche para todo es una costumbre insana e innecesaria que deberíamos erradicar. Pero también es verdad que, metidos en este ritmo absurdo de la sociedad moderna en el que las prisas lo absorben todo, en el que los horarios y las citas nos llevan con la lengua fuera, uno se ve «empujado», a veces, a utilizar el vehículo para cumplir los compromisos.

No sé qué pensará usted, pero desde ese punto de vista, la respuesta que debemos esperar de nuestros representantes es que satisfagan nuestras necesidades como ciudadanos, esto es, que hagan todo lo posible para facilitar la movilidad del contribuyente dentro de una ciudad moderna y sostenible. Y más allá de posibles ubicaciones alternativas, que respondían más a intereses empresariales que a otras cuestiones, o de discusiones políticas exclusivamente basadas en eso, en la política, el usuario, cacereño o visitante, disfruta de un servicio moderno y práctico a la altura de cualquiera de las ciudades de nuestro nivel, --León, Santiago, Zamora o Cuenca--.

Yo no sé si esto es progreso o no, de eso se encargan los dogmáticos oficiales, pero es innegable que nos facilita la vida diaria, que no es poco. No obstante, debo decirle que, últimamente, ando un poco confundido con esto del progreso.

Yo creía que consistía en perfeccionar, en avanzar, y sin embargo, demasiado a menudo, da la impresión de que un halo «melancólico-romántico» se ha apoderado de algunos personajes, decididamente más pendientes de «conservar» que de buscar soluciones. Y es que esto de ser «guays» es lo que tiene. Las contradicciones y las incoherencias están a la orden del día, mucho más si de cedros se trata. Pero no se preocupe; lo resolverán como siempre; al más puro estilo Bob Dylan.