Una ciudad es sobre todo una idea, porque todo sale de la mente. Los edificios, el acerado, los coches, los parques, el periódico que ahora estás leyendo y en el que desde hoy expresaré semanalmente mis reflexiones; todo, primeramente, ha sido una proyección mental que se ha materializado.

A diario, por esa construcción psíquica que llamamos ciudad nos encontramos con multitud de personas; lo que es igual: Infinidad de ideas que van materializándose en distintas vidas.

Entonces, la verdadera riqueza se encuentra en los pensamientos, en el ingenio constructivo que pretenden formar un entorno mejor para todos.

Cuando vemos alguna fechoría vandálica como una papelera destrozada, un árbol arrancado; estamos viendo la manifestación de un trauma, de una herida emocional. Ese acto destructivo no sólo lo hizo el autor o autora de la mala acción; también los provocamos nosotros mismos en algún momento anterior, al considerar algún propósito destructivo, egoísta, mal intencionado.

Los demás son nuestra responsabilidad, porque somos nosotros mismos. Es importante que nos amparemos entre todos, que destaquemos lo mejor que tenemos para que logremos y alcancemos nuestros proyectos. Considerar al otro es una buena forma de quererse a uno mismo.

Cuando generalizamos y solemos decir: "La gente es...", "la gente hace...", "la gente dice...", hay que mostrar mucha consideración y respeto; porque cuando hablamos de la gente nos estamos refiriendo a nosotros.

Desde nuestra individualidad debemos propiciar un espacio de armonía para que las ideas confluyan y poder llevar a cabo los grandes proyectos que residen en nuestras cabezas. Así solucionaremos muchos de los problemas que padecemos: construyendo una gran mente plural o lo que es lo mismo una gran ciudad.