La amenaza de lluvia y las gotas que cayeron hacia las cinco de la tarde no pudieron con la tradicional fiesta de las Candelas, pero sí empañaron la afluencia, inferior a otros años. El público acudió a esta ermita de la parte antigua desde primeras horas de la mañana y acabó con las roscas de anís antes del mediodía, pese a que la celebración oficial se conmemora por la tarde. "Hemos encargado menos unidades que otros años, alrededor de 500, por miedo a las lluvias", explicaron las voluntarias de la parroquia de San Mateo, volcadas con la organización de la fiesta.

La ermita de la Consolación o las Candelas data del siglo XVI y fue restaurada en 1957. Muchos vecinos la recuerdan derruida, por ejemplo Andrés Burgos y Antonio García Yiyi . "De niños jugábamos en estas piedras y ahora no faltamos a la cita", explicaron antes de la misa vespertina en honor a Nuestra Señora de las Candelas. Yiyi es el animador de la fiesta con sus equipos de sonido y otras iniciativas, por ejemplo la exquisita barbacoa de panceta y chorizo que organizó ayer por la mañana en la ermita.

MILANESAS Y BUÑUELOS Tras la eucaristía y el besamanto de la tarde comenzó la puja de la mesa de ofrendas, con platos aportados por voluntarias de la parroquia y vecinas. Lo difícil era decantarse por uno: buñuelos de nata, milanesas de las Jerónimas, coquillos de las Clarisas, tocinos de cielo, bizcochos dorados... "Traigo roscas y coquillos elaborados en casa con huevos de campo y aceite de oliva --explicó Candela--. Suelo donarlos por mi santo y mi cumpleaños".

El día fue transcurriendo y la lluvia, que el sábado obligó a suspender la romería de San Blas, respetó la fiesta de ayer. Ricarda Martín, vendedora de dulces desde hace 30 años, se sentía especialmente afortunada: "Tengo 50 docenas de floretas y baños enteros de coquillos que no pude vender en San Blas. A ver si hay más suerte".