Allá por el mes de mayo, unos meteorólogos franceses auguraban que el 2013 sería un año sin verano, con precipitaciones abundantes pero sobre todo caracterizado por temperaturas bajas. Realmente no sé qué pasará de aquí a finales de agosto (me abstengo de pronosticar nada, algo que también deberían haber hecho ellos), pero tras los días que llevamos de verano -con sus noches-, "creo" que mucha razón no llevaban. Me gustaría invitar a tales eminencias a pasar unos días en España, más aún, en los pueblos extremeños, donde la hora de la siesta no puede emplearse para dormir, y la permanencia en casa a ciertas horas es casi obligada, porque salir a la calle en tal horario puede suponer que los zapatos se derritan al paso, o peor aún, que lo que se derrita sea uno mismo.

Hace un par de días, sofocada por el calor, inauguré la "temporada de baño" en una de las piscinas públicas de nuestra ciudad. Busqué un hueco a la sombra y observé que nada cambia a pesar de los años: parejas retozando en las toallas, señoras mayores jugando a las cartas, pandillas de adolescentes haciéndose aguadillas, madres corriendo tras niños revoltosos con el protector solar en la mano-y las mismas canciones como hilo musical, sonando cual disco rallado anclado en "Todos los éxitos del verano" (desde 1800, aproximadamente). Las piscinas se han convertido en bañeras de grandes dimensiones que albergan a cientos de hijos de vecino, que intentan matar el calor con un buen baño, pero que no pueden nadar debido a la masificación en la que se encuentran sumergidos (y aquellos aventureros que lo intentan, desisten a los pocos metros, pues es ardua la carrera de obstáculos a la que se enfrentan). Aún así, el agua es un método la mar de socorrido si de aliviar este bochorno se trata.

Muchos de ustedes aún no habrán puesto un pie en la piscina, pero saben de lo que les hablo, y combaten las mañanas y noches de calor armados de abanicos, ventiladores, aires acondicionados de última generación y pequeñas piscinas infantiles alojadas en sus terrazas. Sea como fuere, les deseo suerte en la lucha, porque sí, quizás este verano que empezamos a sudar era improbable para los meteorólogos franceses, pero hoy por hoy, ya es un hecho. Nuestros termómetros no mienten: ¡qué calor!