Es común que durante los meses estivales, en plenas vacaciones, la atención al cliente por parte de la administración se resienta un poco en cuanto a los tiempos de espera. Si a ello se le suma una pandemia, teniendo en cuenta el cambio de normativa que esta representa, la situación se vuelve aún más complicada.

Los cacereños lo notan. Así lo atestigua Rufino Jorna, vecino de la ciudad, que admite que se encuentra «muy disconforme con las citas previas, tanto en médicos como en centros oficiales». «Consigues que te cojan el teléfono después de una semana, y te dan cita para dentro de quince días», expone. En la misma línea, lamenta Luis Rodríguez con respecto a la atención primaria. «Me han dado cita por teléfono para mi madre, que tiene ciática. ¿Por teléfono qué me pueden decir? Que se tome un paracetamol». Añade, además, que esta situación afecta a las entidades bancarias. «Pides cita y te la dan para días después», critica.

Por su parte, una funcionaria, que atiende a las iniciales de R.M., acaba de salir de trabajar del edificio Múltiples, defiende que «se está haciendo todo lo que se puede. La gente está trabajando desde casa y aquí». Reconoce que existe una reducción en las citas presenciales por una cuestión de distancia de seguridad y admite, en ese sentido, que «se necesita quizá un poco más de adaptación a la nueva situación». «No siempre nos atienden como queremos, y sería lo suyo. Pero es que hay las personas que hay y ya está», y añade que la situación no se da solamente en administraciones públicas. «El otro día estuve esperando 45 minutos en un banco, 20 en una tienda... Se ve en lo público y en lo privado, todos tenemos que tener paciencia», anota.

Precisamente, sobre este asunto, este mes, sindicatos como Comisiones Obreras (CCOO) denunciaban a través de una nota el «colapso» de la cita previa en la Seguridad Social y criticaba la «dejadez» del gobierno a la hora de hacer frente a este problema. En declaraciones a este diario, Alberto Ramajo Doncel, coordinador del Sector de la Administración del Estado en CCOO Extremadura, asegura que la administración tramita alrededor de 125 citas diarias. En ese sentido, hace alusión a la dificultad para solicitarlas. «Si pasas por delante del Centro de Atención e Información, hay un número de atención al que tienes que llamar, pero es raro que te contesten, incluso si tienes la suerte de que te den una cita, luego viene otro problema: en muchos casos ellos todo lo que te dan es una clave informática para que tú te descargues una aplicación, te saques el modelo y hagas la solicitud y a veces la gente no sabe», concluye.

Según lamenta Ramajo, esta brecha tecnológica aboca a muchos «a recurrir a los servicios de gestorías para las gestiones más básicas, como la pensión». Quienes lo hacen, por supuesto, son «los que tienen dinero para permitírselo, y los que no, tienen que apañarse, pero esto es un servicio público». Por último, insiste en la petición que ya han tramitado a la administración para que «refuerce tanto la atención personal como la telemática y se garanticen los medios».

«Pedí cita para conseguir un documento y tardó un mes y medio»

«El colapso es horrible». Así es como empieza su relato Maribel Corrales después de que se le pregunte si está teniendo problemas para contactar con administración. Y luego, con más indignación si cabe, remacha: «Pero horrible».

No tarda ni un suspiro en empezar a relatar su experiencia: «el otro día, cuando fuimos, resulta que es que para todo te tienen que pedir cita. Para todo. Pero te dan un número de teléfono», hace hincapié en el hecho de que: «y el que te lo proporciona es el de seguridad, no te lo da ningún empleado de los sitios a los que vas. Te puedo hablar del que te lo da en el registro de las viviendas, del de múltiples, el de los bancos…». No duda en afirmar que «la gente está muy disgustada, y entre ellas me encuentro yo, porque esto no es normal. Que la gente vaya a los sitios a pedir los papeles que necesita, y se den exclusivamente por citas...»

Su mayor problema, sin embargo, reside en el hecho de que «es que luego los de la cita no te cogen el teléfono. Nadie te contesta, no hay manera. Y venga, y venga… hasta que se corta». Suspira, con cierta exasperación.

«No hay ninguna persona visible para que te puedan decir ‘tal día tiene que venir usted, a tal hora’», continúa. «He pedido una cita en el Catastro que me ha tardado un mes y diez días, ¿es normal? Pues menos mal que no era urgente, urgente. Pero si llega a serlo…».

«Luego el médico», continúa, claramente indignada: «que llames y digas que te den cita y te pregunten que qué necesitas del médico... Pero bueno, yo quiero hablar con un doctor, no con un administrativo. Que si no, que me vaya a urgencias. ¿Tú te crees que te puede mandar a urgencias una persona por teléfono? Cuando vas a urgencias y allí, que yo he trabajado allí, te dicen ‘¿cómo no ha ido usted a su médico de cabecera?’. Entonces, ¿qué haces? ¿Dónde vas o no vas?»

El sector privado no está eximido de la frustración que causan las largas esperas y los problemas que conlleva el distanciamiento social y la digitalización de gestiones: «El otro día fui al banco para sacar dinero y me encontré a una persona a la que eché como ochenta años, y claro, la mujer ya ni veía, ni podía hacer las cosas porque decía que no entendía... te mereces el contacto con ciertas personas», reclama Maribel.

No cambia el tono de voz, aún molesto, cuando rememora: «ese día que yo fui a pedir cita en Múltiples, un hombre casi se pega con el de seguridad. No es normal, a ver si me entiendes. Y el hombre fue educado, porque dijo ‘usted no tiene culpa, porque usted es el de seguridad. No tiene por qué darme un número de teléfono, y si no decirme que lo coja porque están ahí apuntados’. Cuando ahí el que tenía que estar es uno de los que trabajan, visibles, ¡al menos uno!, para dar los teléfonos o las citas». Recuerda que la situación empeora «cuando te mueves mucho», porque «parece que todo es igual. Necesito un papel del que ya he desistido. Es imposible. Te ve el de seguridad a través de las rejas, y te da el teléfono. No hay manera de que te cojan, pero es que necesito ese documento».

Explica que parte del problema reside precisamente ahí, en el hecho de que «la gente está cansada de tener que pedir cita y que los de seguridad, que siempre son los de seguridad, te den los números. Pero bueno, ¿esos señores no están para hacer una función?», se pregunta. «Debería haber un empleado al menos, para recibir a las personas y darles un número. Es que no hay nadie. Fatal», concluye.

OTROS TESTIMONIOS // ML, quien prefiere mantenerse en el anonimato por motivos de intimidad, alude a su propios problemas con el «colapso» de los médicos:«Resulta que a mi hermana le ha derivado un herpes de una dolencia que tenía», explica, «La primera vez le daban cita para una después semana en el médico de cabecera, pero ella tenía muchas molestias. Le vio un viernes ,y le dijo que el lunes le llamaría por teléfono. Nadie la ha llamado por teléfono». Hace hincapié en el hecho de que «ha tenido que seguir con el tratamiento, pero porque se lo ha dicho un farmacéutico, no un médico de cabecera, porque no hay forma de que cojan los teléfonos».

«Es una locura», se lamenta, «Porque no es solamente el virus, es que hay otro tipo de enfermedades que necesitan urgentemente verse, pero parece que no hay otra cosa más que este bicho», y sentencia: «Los centros de salud, desde luego, no funcionan».

«Yo comprendo que son vacaciones», asegura, «pero es que siempre ha habido consultas. Ahora no sabes dónde acercarte». Guarda silencio unos segundos antes de concluir: «Los privados serían una opción, pero no cuestan cuatro duros, y con cómo están las cosas...».