"Si ha pasado esta tragedia es porque mi hermano está muy mal, pues si hubiera estado normal jamás habría ocurrido". Adil, uno de los dos hermanos de Issam G. que, al igual que él y desde hace más de 10 años, reside en Extremadura, no acierta a explicarse lo ocurrido. Por eso culpa de la tragedia a la enfermedad mental --al parecer sufre esquizofrenia-- de su hermano. "Mi hermano está muy mal, hace ya tres años que estuvo ingresado en el psiquiátrico de Mérida y desde entonces ha entrado y salido muchas veces de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Virgen de la Montaña, y pensamos que quizás había dejado el tratamiento y por eso hizo lo que hizo, tiene que haber sido eso", comenta al tiempo que pide perdón a la familia de su víctima.

"Lo sentimos mucho por la familia de ella, a la que nosotros conocíamos y teníamos mucho cariño, y a la que desde aquí queremos pedir perdón públicamente y, si nos dejan, hacerlo también en persona".

Siempre, aseguran, han mantenido una cordial relación con Antonia y toda su familia, pues de hecho residieron un tiempo en Casar de Cáceres. Por ello no entienden lo que ha hecho Issam, "que además no ha tenido nunca problemas, ni una simple discusión,con nadie".

Su abogado, Fernando Agorreta, añade que Issam no tiene antecedentes y no consta que haya tenido ni un solo problema con su víctima, sino todo lo contrario. "Mantenían una relación afectiva buena, tanto es así que según él mismo ha contado todo se produjo después de estar juntos y mantener una escena afectiva". Al parecer, "en un momento determinado, estando juntos en la habitación, él se ha dado la vuelta, la ha agarrado por el cuello y la ha matado".

Ni el abogado ni los familiares de Issam encuentran explicación, y el acusado no se la familia, pues según indican "hemos intentado hablar con él, pero no nos dice nada, nos mira, pero no habla, es como si no nos reconociera".

Así ocurre cuando Issam G., un joven moreno, de pelo corto, delgado y bastante alto, sale de declarar ante el juez custodiado por dos agentes de la policía nacional. Parece desorientado y ausente, mira sin mirar y apenas presta atención mientras sus familiares le hablan.

Cuando cerca de las dos de la tarde sacan a Issam de las dependencias del Juzgado de Guardia para trasladarle al centro penitenciario, su hermano entrega a uno de los agentes un par de cartones de tabaco rubio, mientras otro agente, por su parte, le entrega a Adil las llaves del coche del acusado. Es la despedida.