"Ya no podemos ni abrir las ventanas porque la casa se nos llena de moscas y porque los olores son insoportables". La que habla es Rocío Vargas, que llegó al número 8 de la calle Germán Sellers de Paz hace diecinueve años, cuando la Junta de Extremadura entregó las viviendas sociales a los primeros inquilinos. Recuerda que entonces el bloque estaba a estrenar, impoluto: "Era estupendo".

La antítesis de lo que viven a día de hoy. La suciedad ha inundado el edificio. Se observa desde el portal, donde se acumula basura por todo el rellano. Las paredes están llenas de pintadas, las puertas y los buzones rotos, suelos y muros con aspecto insalubre y un ascensor que lleva más de ocho años sin funcionar porque alguien arrancó los botones para poder utilizarlo.

La situación no cambia si uno se asoma por las ventanas de las casas. De hecho la mayoría de los que viven allí ni las abren para tapar lo que hay en el exterior, así parece como que no existe. Los dos patios de luces a los que dan las viviendas se han convertido en un estercolero, donde la basura acumulada llega ya a más de dos palmos. Hay de todo, desde materia orgánica hasta bolsas, botellas e incluso muebles. Todo lo inservible termina en este espacio. Rocío Vargas no entiende el porqué.

"Ratas como caballos"

"Hay ratas como caballos y los olores son insoportables", dice otro vecino desde la escalera. Rocío Vargas ya ha presentado un escrito a la Junta de Extremadura para solicitar que se limpie cuanto antes el edificio porque no aguantan más esta situación. "Ya hemos pedido que limpien los dos patios y las zonas comunes del bloque", señala esta vecina, que culpa de la suciedad a gente externa al inmueble. "Los que vivimos aquí no somos, es la gente que viene de fuera, que se cuela y lo destroza todo", asegura.

Piden al Ejecutivo regional que se implique en el cuidado de las viviendas sociales y que ponga freno a las familias que son incívicas para terminar con los problemas de suciedad. "La solución sería tener un presidente en la comunidad con carácter y que no permita que nada de esto ocurra, pero es muy difícil por eso necesitamos que la Junta de Extremadura se implique", señala Rocío Vargas. Ella es una de las pocas familias que reside de manera legal en el edificio. En la casa vive el matrimonio con sus hijos, aunque en estos momentos están sin trabajo. "Pagamos nuestro alquiler todos los meses y queremos vivir en un edificio limpio y normal", se queja. Actualmente paga una renta de 42 euros al mes, una tasa reducida al ser una familia numerosa.

La situación que se vive en este bloque no es extraordinaria, sino que la basura llena también otros edificios de Aldea Moret. La Junta de Extremadura trata de limpiarlos cada cierto tiempo. Cada actuación le cuesta a las arcas regionales cerca de 6.000 euros pero de nada sirve, porque a los pocos días la suciedad vuelve a plagar las zonas comunes. Necesitan una solución urgente.