Juana Elguezabal Leguinazabal vivió en Cáceres entre 1858 y 1912. "Fue una mujer adelantada a su tiempo", recordaba ayer junto a su tumba el historiador Fernando Jiménez Berrocal, que ha investigado en la vida de esta mujer que llegó del País Vasco y abrió en 1885 el teatro Variedades en la calle Nidos, donde enseñó a leer a obreros, usó por primera vez el cinematógrafo o celebró mitines. Tras su demolición en 1914, en este solar se construyeron las escuelas de Vicente Marrón por deseo de su dueña.

Soltera y sobrina de un notario del que heredó una fortuna, la protagonista de esta historia fue enterrada en Cáceres el 9 de septiembre de 1912, según figura en los archivos del cementerio. Casi un siglo después y aunque no tuvo hijos, la huella de Elguezabal debió de ser honda porque alguien acude aún a cambiar las flores de la tumba donde reposan sus restos mortales en la zona antigua del camposanto.

Así lo ha constatado Jiménez Berrocal, que recuerda que comparte el mismo nicho con dos sobrinos y la familia Román, que trabajó para ella en el teatro. Unas flores de plástico y otras de papel eran ayer la prueba de que su memoria sigue viva. "Ni siquiera sabía si estaba enterrada en Cáceres", señala. Hace un año, tras recorrer tumba a tumba, descubrió que los restos de Juana Elguezabal yacían aquí, aunque su mayor sorpresa fue que había un jarrón con flores. En noviembre pasado, en otra visita, comprobó que alguien había colocado otras nuevas.

"¿Tan fuerte fue su huella como para que cien años después alguien le siga trayendo flores?", se preguntaba ayer junto a la lápida Jiménez Berrocal, que también baraja como hipótesis que las pongan familiares de algún nicho cercano o los descendientes de la familia Román.

En la última fase de la investigación, el historiador busca ahora una fotografía que le devuelva la imagen de doña Juana, a la que los libros recuerdan con gafas gruesas de color negro en la taquilla del teatro. "Ser mujer, vasca, soltera y empresaria en aquella época no debió ser fácil", añade, recordando que el lugar que fundó fue "el más innovador de la ciudad". Quizás tanto, que alguien se ha encargado de que no se olvide nunca.