Catedrático del Instituto General y Técnico, secretario de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos, creador del Museo Arqueológico Escolar --posteriormente reconvertido en Museo Arqueológico Provincial-- y fundador de la Revista de Extremadura. Gabriel Llabrés y Quintana, mallorquín de nacimiento (1858-1928), tuvo tiempo para ocuparse de todas estas responsabilidades durante su corta estancia de cuatro años en Cáceres entre 1899 y 1902, adonde llegó con cuarenta para ejercer como profesor del Instituto Libre de Segunda Enseñanza. "Fue un erudito. Tocaba todos los palos", destaca Fernando Jiménez Berrocal, responsable del archivo histórico municipal en el Palacio de la Isla, uno de los mejores conocedores de su legado.

Los documentos y las fotografías halladas en el archivo de Palma de Mallorca forman parte de un fondo general con todo el material donado por los herederos de Llabrés. Su curiosidad por lo que le rodeaba queda patente en el amplio listado de documentos recuperados por el ayuntamiento en el archivo mallorquín, además de la colección de fotografías que tomó como un ciudadano más de ferias, calles y edificios.

Amigos por carta

Ignacio Peiró, autor del libro El mundo erudito de Gabriel Llabrés y Quintana , incide en que "sus inquietudes culturales le llevaron a ser uno de los fundadores de la Revista de Extremadura y a interesarse profundamente por la arqueología de la provincia". De sus amistades en la ciudad se conservan las cartas del librero Federico Acedo, de Miguel María Jalón y Larragoiti y de los eruditos Gonzalo Cabello y Eduardo Garrido.

Fue precisamente durante su etapa cacereña cuando Llabrés aprovechó para ampliar sus redes de correspondencia con personalidades como Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca; Eugenio Escobar y Prieto, deán de la catedral de Plasencia, y el crítico de arte, pintor y director de la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, José Martí y Monsó. En aquella época se había convertido en el único catedrático de Geografía e Historia que publicaba con regularidad en las revistas más importantes de principios del XX. Tras un periplo por otras ciudades como Huesca y Santander, Llabrés regresó a Mallorca donde murió a los 70 años.