Estoy muy arrepentido.Quiero pedir perdón a la familia. No pretendía hacer eso, no pretendía hacer daño a Petra». Fueron las últimas palabras del acusado de asesinar a su vecina y pariente con un bloque de hormigón en Cabezabellosa tras finalizar la última sesión del juicio, ayer por la mañana. Después, la policía volvió a ponerle las esposas para trasladarlo de nuevo al centro penitenciario, donde se encuentra desde que ocurrieran los hechos en junio del año pasado, a la espera de que estuviera el veredicto del jurado. Antes de salir se giró, miró a familiares de la fallecida, que se encontraban en la sala, y unió sus manos para dirigirles de nuevo un gesto de disculpas. Su arrepentimiento fue puesto de manifiesto también por el Ministerio Público: «Ahora mismo se da cuenta de lo que ha hecho, no solo ha matado a Petra (la fallecida), sino que ha destrozado su vida».

El caso está pendiente del veredicto del jurado, que tendrá que decidir si el procesado tenía sus capacidades volitivas mermadas completa o parcialmente por el estado en el que se encontraba o si, por el contrario, era consciente de lo que hacía. Es lo más importante porque de esta decisión dependerá de si cumple condena en un centro penitenciario, como solicitan la acusación particular y el fiscal, o en un psiquiátrico, como pide su defensa. Alega esta última que el acusado está «enfermo» y precisa de tratamiento para recuperarse.

GOLPES VIOLENTOS

Los hechos sucedieron en junio del año pasado. Una madrugada irrumpió en casa de la víctima, de 85 años, en busca de droga. Aporreó la puerta con un bloque de hormigón y ella se despertó por los golpes. Al comprobar que se trataba de Jorge P. R., al que conocía perfectamente porque siempre estaba dispuesto a ayudarla, le abrió la puerta. En ese momento el procesado irrumpió con fuerza y la tiró al suelo. Registró la casa en busca de la droga y al no encontrarla volvió a donde se encontraba la anciana, le quitó el camisón y la golpeó con los cascotes de hormigón con los que había apaleado la puerta para conseguir acceder a la vivienda. Los golpes le desfiguraron el rostro. Luego se dirigió a casa de otros vecinos del pueblo, también parientes suyos, para amenazarles con una barra de hierro porque creía que mantenían una relación con su mujer.

Nunca ha negado lo ocurrido. De hecho confesó el asesinato a la Guardia Civil cuando le detuvo y después al juez. En cambio en el juicio ha asegurado que no se acuerda de los sucedido. Lo único que recuerda de aquella noche es que escuchaba voces que le decían lo que tenía que hacer. Llegó a pensar, declaró, que era Satán.