"Tengo miedo a salir al mundo laboral, pero también veo muchas luces y lucharé por lograrlo. Es increible el trabajo que hacen aquí con nosotros, es como un balneario que nos quita los temores". Enrique Cordero, un cacereño de 36 años, se está preparando a través del Programa de Rehabilitación Laboral para demostrar que un enfermo mental puede desarrollar un empleo.

Acabó Magisterio en la especialidad de música y ha trabajado en las aulas, en el Instituto Nacional de Estadística como agente censal y en otras ocupaciones, incluso ha impartido ponencias sobre su pasión: la música, el folclore y los instrumentos antiguos. Ahora está en rehabilitación y quiere retomar el rumbo. "Aquí nos ponen las pilas", bromea. "No ofrecen la atención digna que merecemos las personas que sufrimos ciertos trastornos", indica.

A Enrique le gustaría encontrar "un empleo estable" relacionado con las aulas, la música o la atención al público, y por ese reto trabaja cada día.