Fernando Paz (82 años) y Marta Gibello (53 años) llevaban más de dos años viviendo en la caseta ubicada en la variante de la N-630, frente a AKI, en un cuartucho de apenas cuatro metros cuadrados que acabó siendo su hogar. Lo contaban hace poco más de un mes a este diario. Él fue ebanista y llegó a tener su propia tienda de muebles. Vino a Alía desde Madrid para cuidar a su esposa, que estaba enferma. Después se trasladó a la capital cacereña, donde vivió en una casa de alquiler en Reyes Huertas. Cuando su mujer falleció regresó a Madrid a arreglar unos papeles y se encontró con su piso precintado. Le habían desahuciado. Fue el fin de su vida tal y como la conocía. Con su pensión de 600 euros tampoco tenía ya para abonar el alquiler del piso en Cáceres y el resto de los gastos y se vio obligado a vivir en la calle. Encontraron la caseta junto a la variante y allí se quedaron. Ella es actualmente su pareja.

Deseaban una solución: «No queremos estar en la calle. Necesitamos encontrar un piso que podamos pagar, tomarnos una sopita sentados en una mesa normal y dormir como lo hemos hecho siempre, como cualquiera...», dijeron a este diario. Desde el lunes pueden hacerlo. El ayuntamiento les ha ofrecido una vivienda social en Aldea Moret en régimen de alquiler (pagarán 78 euros al mes). Además el Instituto Municipal de Asuntos Sociales (IMAS) tramita también la concesión de una ayuda con la que puedan cubrir los gastos de primera necesidad. «Llevamos mucho tiempo trabajando con estas personas. Nos ha costado mucho realojarlos pero hemos conseguido convencerles de que el mejor lugar para vivir es una casa», dijo ayer la alcaldesa, Elena Nevado.

YA LA HABÍAN SOLICITADO / No es la primera vez que se les ofrece una solución. Hace unos meses los técnicos municipales les ofertaron instalarse en el albergue y pasar después a un hotel, pero no lo aceptaron porque iba a ser una alternativa solo para unos días; después volverían a verse en la calle. Ellos habían solicitado además un piso social en tres ocasiones, pero siempre se lo habían denegado. A la cuarta lo han conseguido.

El lunes por la mañana se marcharon a su nuevo hogar y el mismo lunes la caseta de la N-630 fue ocupada por un nuevo ‘sinhogar’. Solo estuvo un día. Esa noche, por causas que se desconocen, ardió el colchón en el que dormía y quemó dos abetos y parte de la vegetación que se encuentra junto a los arcenes de la carretera. El fuego se originó sobre las cuatro y media de la madrugada, aunque no tuvo mayor importancia. A la mañana siguiente se marchó, probablemente asustado por la situación. Se desconoce su paradero.

Ante esta situación el ayuntamiento ha tomado la determinación de derribar la caseta. Ayer por la mañana operarios del ayuntamiento se encargaron de limpiar la zona y de protegerla para evitar que sea ocupada por nuevas personas.