TLtas recientes Elecciones Generales --repetición de unas inmediatas que no fueron aprovechadas-- celebradas el pasado 26 de junio, en un ambiente de cierta histeria colectiva, o de despiste general, que nadie acierta a explicar, dieron como resultado, en contra de todos los pronósticos, de todas las percepciones demoscópicas y de todos los "oráculos" pagados por los Partidos concurrentes, el triunfo destacado del Partido Popular en toda España. Incluidas Comunidades y Provincias donde la corrupción había sido apoteósica y los escándalos fiscales y políticos brincaban como ranas en un lodazal.

Con el deseado fracaso del tan traído y llevado "sorpasso" de la coalición Unidos Podemos sobre el PSOE; y con el notable retroceso en votos y en escaños de esta coalición, a la que todo el mundo virtual de las encuestas había pronosticado un destacado triunfo, como para ocupar con holgura la segunda posición del "ranking" electoral, casi alcanzando al partido Conservador y superando al autodenominado Socialdemócrata.

Ni un solo fallo en las premoniciones habituales de economistas, sociólogos, politólogos y periodistas, que son los nuevos "demiurgos" de nuestro siglo; con silla y sueldo en tertulias, entrevistas, debates y otras modalidades de comunicación social. Aunque con la seria advertencia de la CEOE de los más destacados empresarios, banqueros e inversores de la élite hispana, sobre las consecuencias muy negativas que tendría un triunfo electoral de la "extrema izquierda", de los "populistas", "extremistas" y "bolivarianos"; a los que ya se veía por parte de estos sectores "neoliberales" en la cúpula del Gobierno.

El pasado domingo 26J fue un día de sorpresas, sobresaltos, incredulidades y viejos fantasmas que, de repente, aparecieron ante un país atónito que no se acababa de creer lo que estaba sucediendo en las pequeñas pantallas con el recuento de los votos de los ciudadanos.

XCON MIS MANIASx de viejo historiador comencé a elucubrar sobre las posibilidades de que los antiguos sistema electorales de hace cien años, regresasen a nuestras prácticas políticas. De nuevo estaríamos ante los vicios electorales de la "Restauración"; sus "encasillados", dictados desde el Ministerio de Gobernación de Madrid, a través de los Jefes Políticos de cada Provincia, juntas electorales, alcaldes y "caciques" de cada pueblo amañando los resultados.

De nuevo el "bipartidismo" salido de los Pactos del Pardo; como el actual ha salido de los Pactos de La Moncloa. De nuevo la alternancia de los dos Partidos burgueses en el poder, y el rechazo a todo lo que fuese democracia, voluntad ciudadana, extremismo obrero o sindicalismo socialista, recién fundado entonces por Pablo Iglesias.

Por supuesto: esto no son más que elucubraciones. A los Partidos Constitucionales de hoy no se les ocurriría gastar dinero en comprar votos, como a los candidatos de entonces; amañar las actas con los resultados de la votación ni introducir en las urnas --cuando ya estuviera cerrado el Colegio Electoral-- las papeletas sobrantes del Partido ganador, para dar "pucherazo" y aumentar notablemente sus sufragios. ¡Qué ideas tan descabelladas! Como si los funcionarios, subdelegados o fuerzas del orden del Ministerio del Interior en provincias fueran tan manipulables que se avinieran a realizar estos fraudes electorales.