El día 20 de enero, leyendo El Periódico Extremadura, me encontré con la grata sorpresa de un reportaje sobre la familia Muriel Martínez . En un momento pasaron por mi memoria la feliz infancia vivida en la calle Margallo, número 99, mis amigas y amigos, los juegos que practicábamos entonces: el rescate, el aro, la pica, etcétera. También escenificábamos las aventuras del Guerrero del Antifaz, con cuyas novelas aprendimos lo que era el valor, la caballerosidad, la amistad y el amor. Los niños de esta época no teníamos play, ni móviles, ni los artilugios actuales, pero nos sobraba imaginación y nos divertíamos tanto o más que ahora.

Pero quiero centrarme, después de esta introducción, por lo que me he decidido a escribir estas líneas: el recuerdo imborrable de mi maestro Don Juan Muriel . Para mí fue un orgullo ser su primera alumna, aún recuerdo como si hubiera sucedido ayer mi primer día de clase. Yo era una niña, no tendría más de 9 años y entré en su escuela, el Sancta Sanctorum para mí, pues era una escuela masculina, muy cortada y con mucha vergüenza, pues allí no había más que chicos, me senté en el pupitre lateral, al lado de su mesa, y desde ese primer momento empezó a nacer en mí el deseo de aprender. En esa enciclopedia Dalmau, que yo estudiaba con ahínco, y dirigida por mi sabio maestro, empecé a adquirir mis primeros conocimientos. En vista de mi interés, aconsejó a mis padres que estudiara. Yo debía de estudiar.

Primero hice mi bachiller de cuatro años, y después el superior, y terminé mi carrera de Magisterio, además de otros estudios posteriores. Jamás dejaré de agradecerle el interés y la confianza que este gran maestro depositó en mí. Hoy lo poco que soy se lo debo a él y estará siempre en mi memoria. Aprovecho la oportunidad que este periódico me brinda para pedir que éste, mi gran maestro, en Cáceres tenga una calle con su nombre. Estoy segura que este deseo late en muchos de sus alumnos. Para mí sería una gran satisfacción que al pasear por su calle yo pudiera decirle a mis hijos y nietos: este fue mi primer maestro. Gracias Don Juan.

*Ana María Becerra Delgado