Cientos de personas se dieron ayer cita en Monroy para revivir un año más la tradicional festividad de las Candelas, que en este municipio se celebra mediante el rito de las Purificás, de grana antigüedad y belleza. Al filo del mediodía, el colorido de los trajes regionales llenaba los aledaños de la iglesia parroquial donde dio comienzo la procesión, tras el acto de bendición de las velas. Dicen los lugareños que si las llamas se mantienen encendidas, será un buen año para el ganado y las mieses.

Una vez iniciada la misa, y finalizada la homilía, llegó el momento más importante. Las puertas se abrieron y comenzó el desfile procesional de la Virgen hasta al altar, acompañada de las Purificás, jóvenes cantoras que entonaron coplas centenarias alusivas a la imagen y llevaron roscas de piñonate ofrecidas por tres familias devotas, que depositaron en el templo. El párroco cogió al niño Jesús de los brazos de la Virgen y lo colocó en el altar. Las jóvenes regresaron hacia las puertas, y al finalizar los cantos, la emoción de los presentes y la suelta de palomas hicieron estallar en aplausos a la iglesia, abarrotada. El párroco presentó a los niños ante la imagen mariana.

Este rito se remonta siglos atrás. Recuerda la purificación de la Virgen en el templo y el ofrecimiento de su hijo, tal y como exigía la tradición judía. La importancia de la fiesta, conservada a través de los tiempos, animó al municipio a solicitar hace tiempo su declaración de Interés Turístico Regional.

Folclore y piñonate

El grupo folk Recordanzas animó ayer los alrededores del templo con la Jota Cuadrada. Por la tarde continuaron las celebraciones con el reparto de roscas de piñonate y verbena. Un día grande para Monroy.

Hasta la localidad se desplazaron varias autoridades, entre ellas el presidente de la diputación, Juan Andrés Tovar, la diputada provincial de turismo, María Fernanda Sánchez, y responsables de la Administración regional, que acompañaron al alcalde, Francisco del Sol.