El general Francisco Franco llegaba a las seis de la tarde del 26 de agosto de 1936, en una avioneta procedente de Sevilla, al aeródromo militar de Cáceres, instalado en 1927 en la carretera general, junto al actual recinto ferial. Su estancia no iba a ser ni puntual ni breve, pues en ella iba a establecer el cuartel de su Estado Mayor para seguir el avance de las tropas a Madrid. Lo hizo en el palacio de los Golfines de Arriba, una elección que se supone fue debido a que era propiedad de López-Montenegro, destacado monárquico que había sido presidente de la Diputación de Cáceres y uno de los responsables de la Unión Patriótica de la ciudad durante la dictadura de Primo de Rivera.

La jornada de trabajo del general Franco comenzaba a las ocho de la mañana y se prolongaba algunos días hasta las cuatro de la madrugada. A las tres de la tarde comía y descansaba dos horas. Después volvía a la actividad y hacia una breve parada para cenar. Y según el testimonio de Andrés Rumbo, aprendiz en el Periódico Extremadura, situado entonces a pocos metros del Palacio de Los Golfines, cuando iba a recoger el parte oficial de guerra --lo corregía personalmente Franco-- para publicarlo en el rotativo, a las tres de la madrugada aún había frenética actividad de cuartel en pie de guerra.

Durante su estancia fue prácticamente ´invisible´ para la ciudad, pues tan solo hizo dos salidas, y en tan solo una de ellas, la que realizó el 30 de agosto para asistir a una eucaristía, fue visto. A esta corresponden las imágenes por todos conocidas de Franco saludando desde el balcón del Palacio de Los Golfines.