Hace unos días he vuelto a transitar, junto a cientos de personas y por causa solidaria, por los viejos caminos que escoltan la cacereña Ribera del Marco. Un recorrido por las entrañas de nuestro pasado, desde Maltravieso al siglo XXI, que nos muestra las causas de nuestra existencia como grupo humano. No hay etapa, de la rica historia cacereña, que no se pueda ilustrar, desde los poco más de 7 Kms. de una corriente de agua que siempre estuvo presente en el devenir social, económico y gremial de la vieja villa. Caminar por la Ribera es aprender de un paisaje que permitió el asiento de pobladores, al amparo de los recursos que el agua ofrecía para el desarrollo de la vida. Fuentes y huertas, batanes y molinos, flora y fauna, han estado presentes en la evolución de la ciudad y sus gentes desde el origen de los tiempos.

Hoy, la vieja Ribera, es bastante más que la tierra de nuestros ancestros, es un aula natural tanto para el conocimiento del pasado como para la práctica de vida saludable. Por ello, el pasado 22 de octubre, cientos de personas hemos marchado por sus primitivos caminos, para sumergirnos en este indiscutible pulmón de la ciudad, un espacio verde y natural donde viejas construcciones nos hablan de oficios de otras épocas, que fueron sustento para muchas familias. Hemos encontrado en nuestro caminar las viejas fuentes de la ribera, aquellas que no hace tanto tiempo saciaban la sed de los cacereños, convertidas en lugar de peregrinación para aguadoras de cántaro a la cabeza y al cuadril. Alguno de los primitivos molinos de aceite se han convertido en lugares para el conocimiento o salas de exposiciones y a su alrededor existen parques para el sosiego público. El tiempo ha borrado del ambiente el olor peculiar y secular de los curtidos de pieles que antaño inundaba el barrio de Tenerías, un barrio diferente, de arquitectura popular, que aún conserva la esencia del humilde arrabal cacereño en el que hortelanos, curtidores o caleros dejaron su impronta gremial y cultural.

La Ribera del Marco se encuentra en el origen de la ciudad, por ello no debemos olvidar su evolución histórica. Tiempos nuevos para un paisaje viejo, pero rico en matices etnográficos y antropológicos, que nos invita a disfrutarlo aún más. Es lo que han hecho los cientos de senderistas que con el mayor respeto hacía la integridad ecológica de la Ribera, han circulado por su entorno para recrearse con su paisaje y con su pasado. Una actividad a beneficio de la lucha contra la lacra del cáncer, organizada, con mimo y profesionalidad, por el club senderista “La Vereina”, que ha demostrado que utilizar los recursos naturales de la ciudad, puede servir para algo más que conservar aquello que nos legó la historia. Niños y mayores, la memoria del pasado junto a los herederos del futuro, se han acercado a fuentes y viejos molinos, han comprobado como se siguen cultivando las huertas, aprendiendo de donde venimos y porqué hay que empoderar un paisaje cercano, donde abundan los colores, los sabores y el conocimiento, que de forma generosa, nos ofrece la naturaleza. Ese es el camino.