Aunque el tiempo era desapacible y el fuerte viento complicó su desarrollo, la romería del Calvario celebró ayer todos sus actos de principio a fin tal y como viene haciendo desde el siglo XVI, cuando ya existía testimonio escrito de su existencia. La Cofradía de la Soledad y Santo Entierro estrenó una nueva procesión desde la ermita de San Marquino hasta el Calvario, con la Virgen a hombros por la falda de la Montaña. Unos sesenta hermanos y devotos de esta imagen se fueron turnando bajo las andas y cubrieron todo el trayecto en poco menos de una hora.

Ya en la ermita se ofició la tradicional misa de mediodía al aire libre, en la que participó el coro de la Asociación de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios Virgen de Guadalupe. Los asistentes siguieron la ceremonia sobre la hierba y las peñas de este singular enclave construido en los riscos. A su término se procedió a la entrega de medallas a los nuevos hermanos de la cofradía, una treintena, cifra que sorprendió a la propia directiva. "Esto nos da una alegría tremenda, sobre todo los niños", dijo el mayordomo, Ricardo Galán.

No faltaron las saetas a la Virgen de la Soledad del Monte Calvario, que estrenó manto de terciopelo negro y encaje plata donado anónimamente por una familia. Tampoco faltó la venta de las tradicionales Tortas del Calvario, unos ricos bollos de pan amasado con huevo, aceite, anís y azúcar. Los romeros se llevaron unos 400 y contribuirán con ello a reunir fondos para la reparación de la ermita de la Soledad, también propiedad de esta cofradía, que necesita una profunda reforma de 44.000 euros.