Su ópera prima, La punta del iceberg , un corto sobre los sentimientos extremos de dos terroristas, ha superado con éxito el estreno en el Festival de Cine de Málaga. Rubén García --todo paz y humildad-- cuenta su viaje íntimo y creativo a ese cinema paradiso que cada día le ayuda a comprender el mundo.

--¿Se acuerda de Salvatore?

--Mi primer pensamiento en mis comienzos como operador de la filmoteca fue para él.

--Era el protagonista de una historia de amor por el cine...

--Si, una maravilla de Tornatore...

--Algo parecido a usted, Rubén: todo un cinema paradiso...

--Lo cierto es que yo también siento amor por el cine, y trabajar cada día en una sala de proyección es un sueño cumplido.

--Rubén, un operador de cabina: el hombre que conoce los misterios que se ocultan detrás de una película...

--Es una profesión muy artesanal, por eso resulta tan misteriosa, porque parece suspendida en el tiempo.

--El hombre que limpia, con extrema minuciosidad, cada fotograma...

--Y que ha tenido que aprender a ver la película a través de las manos. El sentido del tacto es tan importante para un operador como el de la vista.

--Pero un buen día Salvatore va en busca de su sueño...

--He tenido muchos sueños, éste sigue acompañándome.

--¿Cuándo adopta la decisión que cambiaría su vida?

--En 1996 se da una paradoja muy importante, porque experimento uno de los momentos más luminosos de mi vida en una sala oscura, viendo Tierra , de Julio Médem. En ese momento empiezo a plantearme que el cine puede ser un camino, y me da una motivación.

--¿Cuándo el operador de cabina se hace director de cine?

--En realidad aquel que soñaba con ser director de cine de pronto supo que iba a ser operador de cabina.

--Defina el momento en que el director se enfrenta a la pantalla en blanco...

--Es uno de los momentos más excitantes de todo el proceso. La creatividad se siente en estado puro, como la de un niño, y el pulso se acelera.

--Uno no siempre es lo que parece...

--Muchas veces uno parece lo que la sociedad le deja ser. Quizás he tenido que luchar conmigo mismo para aceptarme como soy.

--Y aunque usted parece tímido, no debe serlo tanto cuando a través de una cámara pone a Cáceres ante los ojos del mundo...

--A veces los tímidos superamos nuestros límites y entonces los sueños se liberan.

--¿Y cómo se ve este mundo detrás de una cámara?

--La cámara me ayuda a comprender el mundo, precioso o terrible, pero siempre fascinante.

--¿Qué es un padre?

--El mío es una persona muy especial para mí. Creo que la sensibilidad que yo pueda tener la he heredado de él. Es una de esas personas que tienen un don pero que no han encontrado el camino para liberar esa energía, ese talento, ese duende. Si hubiera desarrollado su arte hubiera sido grande.

--¿Qué es el vino?

--Es un camino paralelo al mío que me acompaña cada día porque mi pareja es enóloga. El vino es compañerismo y mucho respeto. El vino es como el amor, que se alarga en el tiempo y que depende de mucho trabajo porque no vale con estar al lado: hay que trabajarlo.

--Usted pertenece a la saga creativa del Diocesano...

--Sííí... (risas), todos los que pasamos por allí estamos unidos por la experiencia.

--¿Cómo eran los recreos del cole?

--Muy divertidos. Había tráfico de deberes y me aprovechaba bastante de eso. Cuando no podía copiarlos me los inventaba. Eso desarrolló mucho mi imaginación.

--Usted transmite mucha paz...

--Ahora me viene el recuerdo de mi madre, que es cocinera, y tengo grabado eso de que la cocina a fuego lento sale mucho mejor. Me gusta la tranquilidad, la calma. Me gusta hacer sentir bien a los demás y sentirme bien conmigo mismo. Como dicen en Star Wars --una de las sagas favoritas de mi amigo Carlos--: tu enfoque determina tu realidad, es decir, si actúas de un modo sosegado y positivo la vida te devuelve eso.

--Y es tan humilde que a su lado se apagan todas las hogueras de las vanidades...

--Siempre hay que tener los pies en el suelo y no despegarlos nunca. La humildad es fundamental para la vida, y más en este mundo en el que hay tanta celebridad.

--¿Por qué el hombre tiene miedo a mostrarse tierno y sensible?

--Porque entonces se encuentra desnudo de verdad.

--¿Hay crisis de guionistas?

--La crisis está en la educación. El cine tendría que estar en todas las escuelas.

--¿Qué es un iceberg?

--En sentido figurado, el ser humano es un iceberg. Utilizamos una pequeña parte de la capacidad de nuestro cerebro y eso nos marca para todo, en nuestras relaciones sociales y en nuestro propio conocimiento. Mi primer cortometraje habla de eso.

--Y ese iceberg le ha dado muchas alegrías...

--Sí. Durante algún tiempo sentí que jamás lo haría. La primera alegría fue saber que iba a pasar por la experiencia de afrontar ese sueño. Después, gracias al equipo del cortometraje, han venido muchas más.

--Por ejemplo, ha triunfado en Málaga y muy pronto se estrenará en Cáceres...

--Estar seleccionado en el Festival de Málaga ha sido una experiencia importantísima, que he asumido y a la que me he acercado con toda la calma y naturalidad que he podido. Ha sido emocionante, me he sentido de repente en la otra parte, al otro lado del espejo, como Alicia en el país de las maravillas . ¿Cáceres? me muero de ganas del estreno en mi ciudad. Intentaremos que sea lo antes posible.

--¿Pero qué hay de usted dentro del iceberg?

--Mucho. Más incluso de lo que podía imaginar. Alberto Amarilla me dijo en nuestra primera reunión que el personaje de Justo, su personaje, era muy Sagitario, y yo nací el 8 de diciembre. Obviamente él no sabía mi signo del zodiaco cuando me lo dijo. Me sentí muy expuesto, pero eso forma parte de la creación.

--Sepa que en Groenlandia los icebergs pueden alcanzar dimensiones enormes...

--Vivo un momento muy bonito porque he conseguido cumplir un sueño que llevaba mucho tiempo dentro de mí. Ya tengo en la cabeza una futura historia que me hace arriesgar. Y ahora sí siento que voy a crecer, como en Groenlandia...

--Será porque, igual que los icebergs, se ha dejado arrastrar por las corrientes marinas...

--Qué importante es saber fluir... En una de mis series favoritas, Doctor en Alaska , aprendí que ante una adversidad siempre tenemos tres opciones: dejarnos llevar por la corriente, ir a contracorriente o ir a favor de la corriente. Mi discreta experiencia me dice que la última es la que más alegrías me ha traído.