"No sabemos cuánto durará esta situación de incertidumbre, ni tampoco cuando se normalizará totalmente la vida social y eclesial. No nos relajemos". Ese fue el rotundo mensaje del administrador diocesano, Diego Zambrano, en la homilía dedicada este domingo a los fallecidos en la capital cacereña por una pandemia que todavía no ha cesado y que se enfrenta ya a su segunda oleada, según apuntan los expertos.

A la misa funeral en la concatedral de Santa María acudieron el alcalde de la ciudad, miembros de la corporación municipal, así como representantes de la sociedad civil y familiares de los difuntos. El aforo del templo se redujo con el fin de extremar las precauciones que impone el coronavirus. Asimismo, en el día de ayer se desarrolló en todas las parroquias de la diócesis de Coria-Cáceres una jornada por los afectados de la epidemia mundial.

El ambiente evocaba un dolor que se reflejaba en las miradas que asomaban encima de la mascarilla durante el acto. «Ser conscientes de que aún queda mucho y del peligro real es también honrar la memoria de quienes se fueron por culpa de este virus», destacó el regidor, Luis Salaya, minutos antes de iniciarse la ceremonia.

El mandatario municipal añadió que «no hay que bajar la guardia porque podemos contagiarnos en cualquier momento, el virus sigue ahí fuera y ahora más que nunca debemos cumplir con las medidas higiénicas y de salubridad».

«Las circunstancias que hemos vivido en los últimos meses y el futuro todavía incierto que nos espera, nos han llevado a una situación que en pleno siglo XXI nadie imaginaba. Nuestra vida cotidiana, la de nuestra diócesis y la de nuestra ciudad se ha visto trastocada repentinamente. Todos nos vamos adaptando poco a poco a las indicaciones que nos van dando las autoridades sanitarias», afirmó Zambrano durante su intervención.

El homenaje de Cáceres tuvo especial importancia teniendo en cuenta que el Área de Salud de Cáceres, con 269 víctimas, ha sido la más castigada por la enfermedad en Extremadura por sus elevadas cifras de letalidad.

Zambrano narró un episodio que da idea de la tristeza sufrida durante estos meses. «Ciertamente ha habido experiencias que nunca olvidaremos. Me contaba un cura que ante el dolor de una madre que daba sepultura al hijo perdido (después de casi un mes sólo en el hospital, sin poder despedirse de su familia), no podía por menos que acercarse a ella en la puerta del camposanto y, en contra de lo que se aconsejaba, darle un abrazo a aquella mujer rota por tanto sufrimiento».