No se entiende en Cáceres una buena cena de Reyes sin pescado de los Salgado, la pescadería que fundara Teodomiro Salgado en dos casillas del mercado del Foro de los Balbos, un negocio que con el tiempo pasaría a manos de su nieto, el reconocido Felipe Salgado. El pescado llegaba entonces a Cáceres en tren y se bajaba a la pescadería en carros arrastrados por bestias. Antes pasaba por el Fielato de la Cruz, una especie de aduana municipal donde se revisaba toda la mercancía que entraba a la ciudad. A los dueños de los carros se les llamaba carreros y los más famosos fueron el señor Vicente Gilete y Victoriano Guillén de la Osa.

En esos carros llegaba el pescado al mercado del Foro en torno a las seis de la mañana. Venía en cajas de madera llenas de hielo procedente sobre todo de Punta Umbría y las menos veces de Galicia porque como había que hacer transbordo en Medina del Campo siempre se retrasaba. Jureles, sardinas, toro de mar, pescado de subsistencia en la posguerra hasta que tímidamente llegaron pescadillas negras de Cádiz, o calamares y gambas, que aquello era ya un manjar. Felipe empezó a trabajar a los 13 años. Comenzó en el puesto de la plaza junto a su primo Mirín. Pasó también por el mercado, por Obispo Galarza y ahora mantiene su negocio en San Juan, junto a la Cámara de Comercio.

Felipe vivió, como otros cacereños, una anécdota digna de mención en esta nuestra primera página del año. Siendo un niño, a la plaza de Colón acudía el Teatro Talía, y también muchos circos. Un día, una de esas compañías instaló en mitad de la plaza una barraca con una ballena muerta dentro, que los circenses trataban de mantener sobre el escenario a base de terribles inyecciones. Los pinchazos no impedían que el animal en estado de descomposición desprendiera una insoportable fetidez. Pese al pestazo, los cacereños acudieron en masa a contemplar aquella Moby Dick tristemente venida a menos. Religiosamente pagaban 1 o 2 pesetas (precio que costaban las entradas) y desfilaban por la barraca tapándose las narices con sus pañuelos. Tan popular se hizo la ballena que todo Cáceres repetía: «¿Ya habéis visto la ballena? Pues adiós muy buenas», decía la gente, sin ánimo de repetir tan sobrecogedora experiencia.

En la pescadería de Salgado no me he encontrado ballenas, pero sí un tiburón Marrajo, que será el que cocine esta noche de Reyes. Es una pieza deliciosa; los bien desarrollados suelen estar entre 3,5 y 4 metros de longitud, con pesos de hasta 750 kilos. El Marrajo es un tiburón muy activo, de fuerza descomunal y gran velocidad que acabará en mi sartén.

Tras la cena, cumpliré con la tradición del Roscón de Reyes. Qué bueno está el de crema que prepara Juan Carlos Luna en El Horno de Antonio Hurtado. ¿Y a qué sitio creen que me iré con los amigos a comer tan delicioso bocado? Pues a la Tapería La Paloma, que echarán el Huesca-Betis. Sepan ustedes que este establecimiento de Reyes Huertas, que llevan Javier y Fernando, no es uno de esos 800 que han pillado sin licencia para emitir fútbol. No, los de La Paloma son gente de ley. ¿Quieren que les diga, por qué pasan ahora estas cosas? Pues porque retransmiten todos los partidos y hay miles de cadenas de televisión, no como antes, que como solo estaba La 1, mi padre me llevaba directamente al Camp Nou a ver a <b>Cruyff </b>en los años en los que el fútbol era fútbol y no lo que es ahora: dinero.

De regreso a casa, contemplaré los regalos que unos madrugadores Reyes Magos habrán dejado junto al Belén. Y me pondré a recordar a los que no están a mi lado. Entonces releeré el post que la empresaria cacereña Yolanda Blanco escribió en su Facebook hace unos días: «Pues sí, mitad alegría, mitad echar de menos. Eso es la Navidad... Esto es lo que me pasa a mí... Echo de menos a mi padre, a mis abuelos, a mi suegro, a alguna de mis amigas, a Miguel... La mesa en la que todos estábamos: y por otro lado pienso en lo afortunada que soy por tener a tanta gente a mi lado aún...» Entonces me asomaré al balcón y me diré: «No te lamentes, es la noche mágica de Reyes y, mira, el tiburón Marrajo más bello del mundo ha venido a salvarte».