Carlos Jurado, concejal de Movilidad Urbana y Seguridad Ciudadana, goza hasta ahora de una salud excelente. Sin embargo me temo que le dure poco. Porque todos los concejales de la cosa que he conocido en estos últimos años se han visto afectados por una sordera progresiva. Sin que se sepa por qué, de repente dejaban de escuchar los ruidos de las motos, incluso en las calurosas noches del estío cacereño en las que el personal intenta dormir con las ventanas abiertas de par en par.

Naturalmente esta sordera les diferenciaba del resto de los ciudadanos y les impedía hacer cumplir la legalidad.

No menos problemas auditivos tenían con las músicas de los bares y los voceríos en las plazas y calles, por lo que no se explicaban las denuncias de los vecinos afectados e intentaban negociar acuerdos imposibles.

Hasta ahora no se ha encontrado la terapia que alivie a estos ediles de sus carencias pues incluso para los otorrinos resulta inexplicable, de manera que las molestias con que velan sus noches los vecinos no desaparecieron. A mí me gustaría que me llamaran hipocondríaco y que en esta legislatura nuestro amigo Carlos no sufriera el deterioro de sus órganos auditivos. Con el fin de conseguirlo haré una novena a santa Cecilia, patrona de la música. De la buena.