Pippa, un bichón maltés de tres meses enloquece en cuanto su dueña Margarita la saca de la mochila en la que la ha resguardado del frío. «Es la primera vez que ve a tantos perros», dice. Porque si algo se vieron ayer, por decenas, frente a la puerta de la iglesia de San Juan, fueron perros a los que sus amos llevaron para cumplir con la renovada tradición de la bendición de San Antón, patrón de los animales.

En torno a un centenar de cacereños acudieron con sus mascotas, para todos uno más de la familia («porque es el primero que te recibe en casa y el primero que está para consolarte», dice Cristina de su boxer Noa) o incluso cuatro, como sucede en el caso de los López Pavón (matrimonio y una hija) y sus cuatro mascotas: Rebeca, una coneja; Pérez, un hámster; Crestín, una cobaya y Manolita; una tortuga. «Y eso que yo tenía fobia a los animales y me había jurado que nunca entraría uno en casa, pero por un hijo se hace lo que sea», dice la madre. Y por su hija Esperanza, de ocho años, van ya cuatro mascotas y la quinta que ya tienen prevista para dentro de un par de años como regalo de comunión de la pequeña, un perro. Con toda la familia de mascotas, los López Pavón no han fallado nunca a la cita con San Antón desde que se recuperara la bendición de los animales en el año 2014.

La jornada gana cada año en participación y la decisión de adelantar esta vez el acto central al domingo (San Antón es el 17 de enero) contribuyó a sumar público en familia, como Juani, que acudió con su nieta Claudia y las dos perritas que comparten: Carla y Mili. «En mi casa siempre hemos tenido perro y ahora tengo dos, el mío y el de mi nieta, que vive en mi casa aunque es ella la que lo cuida», dice la orgullosa abuela mientras da la bienvenida a David, el benjamín de dos años que irrumpe con Kitty, el perrito de peluche que quiere llevar también ante San Antón.

El acto tuvo lugar a las puertas del templo tras la misa de las 12.30 horas, que contó con la actuación del coro de la Asociación de Amas de Casa. Allí se instaló la talla del santo, del siglo XVII, para que todos los asistentes desfilaran junto a sus mascotas (o peluches) para pedir amparo a San Antón.