Se edificó en el siglo XIX, fue testigo de la frenética actividad de los pozos y la industria extractiva, en su interior se vivieron grandes momentos y acabó languideciendo a finales del siglo XX entre las ruinas del poblado minero que le rodean. Pero la vieja iglesia de San Eugenio ha resistido como ningún otro edificio de su entorno y ahora también quiere participar de la resurrección de la zona, impulsada por la reforma de las grandes naves mineras, la declaración del poblado como Bien de Interés Cultural y la nueva urbanización de Río Tinto, situada a pocos metros, donde se proyectan 2.000 viviendas. El párroco ya ha encargado la mejora de la cubierta, sufragada por los vecinos, y propone su reapertura.

Este templo fue el origen de la parroquia de San Eugenio, que tiene otra sede en Aldea Moret, el centro pastoral Jesús Obrero, situado en una zona más moderna y poblada. Por ello, la antigua iglesia fue quedando en desuso y solo se ha venido abriendo esporádicamente para bodas o alguna celebración puntual. Sin embargo, los grandes recuerdos de las familias del barrio siguen ligados a ella, con sus muros recios, su espadaña, su campana, su relicario argentino y su espléndido retablo del siglo XVIII rescatado de las ruinas de San Benito. Fue incluso hogar de huérfanos en los tiempos del sacerdote José Polo. La parroquia está ahora decidida a favorecer la recuperación de su actividad.

Por ello ya está contratada la mejora de la cubierta, de unos 700 metros cuadrados, a dos aguas con teja árabe. "Se encuentra en mal estado, sobre todo la parte de la casa parroquial, porque no se acondiciona desde hace años. Las obras están a punto de comenzar", explica el párroco, Miguel Angel González. El importe asciende a 25.000 euros y será cubierto con las cuotas aportadas por los propios vecinos de la barriada.

Una vez listo, el templo podría acoger cultos de forma continuada. "Ya lo hemos anunciado en la hoja parroquial y se ha planteado directamente a algunos residentes de Río Tinto. Si quieren acudir periódicamente, se volverá a abrir de manera habitual", afirma el sacerdote. A pocos metros también se encuentra la urbanización La Cañada, aunque la vía supone una gran barrera. Además, existe un proyecto para rehabilitar el poblado minero en forma de viviendas y negocios, si bien la iniciativa es todavía puramente teórica.

La iglesia ya tiene historia. Fue encargada en 1883 al arquitecto de las minas, Ruperto Ramírez, y realizada por el arquitecto diocesano Emilio María Rodríguez. El dinero se reunió por suscripción popular. En 1918 se trasladaron a su interior los objetos de valor de la ermita de San Benito, que se desmoronaba en los campos del entorno. Presenta una planta de cruz latina con nave única de tres tramos, crucero con capillas colaterales y cabecera plana con dos sacristías. Todo el interior es de mampostería y enlucido, mientras que el suelo está realizado en cantería.