San Jorge es el patrón de Cáceres, pero a quien en realidad venera la ciudad feliz es al dragón. El santo ni tan siquiera sale de procesión, pero el dragón recorre la ciudad y junta en la plaza Mayor el mismo gentío que unos días antes reúne la Virgen de la Montaña.

Se cumplen hoy, oficialmente, 776 años de la reconquista definitiva de Cáceres. Lo cierto es que fue reconquistada tres veces y sitiada otras cuatro, pero a la séptima fue la vencida y desde entonces nos patrocina el santo de Capadocia.

Esto de san Jorge no acaba de estar muy claro. Así, el pendón de la ciudad recorrió Cáceres entre 1229 y 1548 el día de san Juan y era en su víspera cuando se encendían hogueras, como sucede en el resto de España. Parece ser que fue a principios del siglo XX cuando el gremio de caleros decidió trasladar el fuego de fecha y empezaron a quemar lo viejo en la noche del 22 de abril.

Se pierde la imagen

Con san Jorge, además, sucede como con la Virgen de la Montaña, que no se apareció de milagro, sino que se compró la imagen. Aunque lo de san Jorge roza lo histriónico: la imagen original, la primera que veneró la ciudad, se mandó a arreglar a Valencia y se perdió, siendo sustituida siglos después por otra que compró el alcalde Díaz de Bustamante a un anticuario de Madrid.

No se puso orden en este desbarajuste hasta que no fue nombrado obispo de Cáceres Manuel Llopis Ivorra en 1950. Con él se instituyó la bajada anual de la Virgen con el fin de pedir limosna para el Seminario Mayor. Y también fue Llopis, que era de Alcoy, quien influyó para que la fiesta de san Jorge cogiera fuerza insuflándole aires levantinos: luchas de moros y cristianos y fuegos artificiales desde la torre del Bujaco.

Nadie ha hecho tanto como Llopis Ivorra para que Cáceres fuera de verdad la ciudad feliz . Para empezar, acabó con el barrio chino de las traseras de Obispo Galarza, que se había convertido en una tentación mortal. Después estableció los dos turnos en la piscina de Falange en el Espíritu Santo, uno para los hombres y otro para las mujeres, lo que fulminó cualquier tribulación concupiscente y sosegó convenientemente los espíritus.

Aunque el obispo no se conformó con todas estas novedades, sino que en 1950 compró en los talleres Granda de Madrid un sagrario digno de bronce, plata y esmaltes para la concatedral, que sustituyó a los de madera.

También levantó el barrio que lleva su nombre en 1957, en la finca El Carneril, y en 1962 inauguró el Coliseum, el llamado cine del obispo, una sala democrática donde, decían sus responsables, "no había gallinero con gradas indignas para aposentarse". En fin... Si gracias a san Jorge, Cáceres fue reconquistada, gracias a Llopis Ivorra, fue reconvertida en la ciudad feliz .