"Hubo una época en la que Cáceres era un referente en los circuitos internacionales de esgrima. Ahora el nivel es solo aceptable, aunque hay varios tiradores con aptitudes". En esta afirmación, Marcial León, maestro de esta disciplina, sintetiza los 29 años de andadura del Club Cacereño de Esgrima San Jorge, que acaba de comenzar los entrenamientos en el Serrano Macayo, con una inusual cifra de nuevos alumnos: diez.

"Esperábamos que la medalla de bronce en las pasadas Olimpiadas --del madrileño José Luis Abajo-- despertara el interés de la gente por este deporte ", afirma el instructor, que reconoce: "no pierdo la esperanza de volver a ver a Cáceres en el alto nivel, pero la esgrima es un deporte a largo plazo". Es el que Cáceres debe recorrer hasta llegar a los años dorados en los que equipos punteros como el de Kiev se paseaban por la ciudad.

Enganchados al florete

Quienes lo han probado aseguran que es un deporte "que engancha". Le sucedió al propio León, que comenzó a practicarlo a los 18 años en Toledo, y poco tiempo después reflotó allí un club de esgrima y creó otro nuevo. Tras ese precedente, allí donde ha ido, ha puesto su grano de arena a una modalidad deportiva "desconocida, pero no minoritaria", como él la define. Durante el tiempo que permaneció en Valencia fundó un club y tras establecerse en Cáceres a finales de los 70 creó el Club San Jorge e incluso presidió la federación extremeña de esta modalidad deportiva. "Decidí dejar el cargo porque no me permitía dedicarme a lo que me gusta, que es enseñar". Tras abandonar el cargo, la federación desapareció.

Como al maestro, algunos de sus alumnos se iniciaron en la esgrima "por probar", hace casi 10 años. Es el caso de Gabriel Ferrá, de 28 años, que ingresó en el club en el año 1999 y ahora es uno de los tiradores aventajados, que colaboran con el maestro en la formación en escala de los nuevos alumnos (el maestro enseña a los tiradores aventajados y estos a los nuevos alumnos).

"Siempre me llamó la atención, aunque nadie en mi entorno que lo practicaba", afirma Ferrá, y como ejemplo recuerda: "mi primer juguete fue un palo, jugaba a los mosqueteros", siendo niño. "Después me enteré de que había en Cáceres un club, pero por unas cuestiones u otras lo fui aparcando hasta los 19 años", explica Ferrá, "y hasta hoy", apostilla este corredor de seguros, que reconoce que aunque le gusta su trabajo "esta es mi pasión".

Con menos experiencia pero igualmente enganchado a este deporte se ve Carlos Rodríguez, de 14 años, que llegó al club de la mano de su tío en 2004. "No requiere una preparación física espectacular pero sí hay que trabajar resistencia, agilidad y reflejos", explica. Para hacerlo, cuelgan las armas en los primeros meses. Y solo las empuñan, tutorizados, cuando la preparación física lo permite. "Si adquieres una mala posición, será difícil de corregir", explica Ferrá.

Entre las caras nuevas, Julia Fernández, una profesora que también quiere "probar". Dice que siempre le había llamado la atención este deporte, "por la estética y los valores que encierra", pero que nunca hasta ahora se había decidido a practicarlo. "Si aguantan dos o tres meses, están enganchados", pronostica Ferrá.