Cientos de kilos de pólvora convertidos en un maratón pirotécnico por expertos valencianos, un espectacular montaje de música, luces y sonido sobre 24.000 litros de agua con juegos de hasta diez metros de altura, miles de burbujas de colores flotando por el casco viejo, el mayor dragón de la tradición cacereña, y un San Jorge como un San Luis provisto de nuevo traje de cota de malla y cruz templaria. Varios elementos se conjugaron anoche para dar vistosidad a una de las vísperas más multitudinarias de San Jorge, con unas 12.000 personas a lo largo del desfile y en la plaza Mayor según cálculos de la policía local.

La ciudad volvió a rememorar la reconquista de Cáceres por las tropas de Alfonso IX de León el 23 de abril de 1229, una gesta que ha llegado a nuestros días envuelta en historias legendarias, tanto que el dragón se ha convertido en el mayor protagonista, casi por encima del propio San Jorge, quien al derrotarlo acabó con el talismán de las huestes moras. Anoche, por supuesto, se repitió la historia, pero aderezada con nuevos atractivos que convirtieron la plaza Mayor en una gran escenario de fuego, agua, pirotecnia, proyecciones y efectos especiales, donde el público se divirtió, y mucho.

El dragón, modelado durante seis meses por el artista Eladio Avila, partió de Antonio Hurtado a las ocho y media. Pese a sus dimensiones (16 metros de longitud y 7 de altura), y sus 400 kilos de peso (incluido el sistema de ruedas), desfiló empujado por las propias tropas moras, acompañadas por campesinos y personajes del medievo. Detrás, el batallón de cristianos capitaneados por el paladín San Jorge (de nuevo el jinete Carlos Adolfo Bravo, quien mantiene un espectacular caballo blanco dentro de su cuadra especialmente para la fiesta). El ayuntamiento renovó anoche su atuendo al completo: cota de malla, saya blanca con cruz templaria, larga capa de terciopelo rojo, y por supuesto el yelmo.

Las gentes del carnaval cacereño dieron vida a este cortejo a través de largas hileras de público, con una ambientación ideada por el propio Eladio Avila. El dragón, articulado, intimidó a más de un niño por su tamaño y su feroz aspecto. "Mira mami, parece el malo de Jurassic Park ". Otros estaban un poco confundidos: "¿Y el dragón no tira caramelos?", preguntaba una niña a su hermano mayor. "¿Y siempre hay que quemarlo al final?", inquiría el pequeño de al lado a su padre. A las diez menos cuarto la comitiva desembocó en la plaza, donde el grupo de juglares de Comodines Folk cantó la llegada del dragón con una letra compuesta para la velada: "Cuenta la leyenda de moros y cristianos..." .