Aben Valis. No me explico cómo se puede llegar a Bencáliz desde Aben Valis pero el estudio diacrónico de la evolución fonética de los nombres tiene explicaciones para todo. A mí no me llega la luz del entendimiento, maldita sea. Bueno, dejemos el intríngulis de la antroponimia o de la toponimia y contemos lo que hemos visto; si bien, en contra del gusto de algún que otro rucio que deplora estos apuntes de pasos y paisajes.

Un miliario tirado a tres metros de la carretera, ¿será posible tanta desidia?, la Vía Delapidata está a menos de cien metros, ¿no habrá podido la autoridad encargada del mantenimiento del Patrimonio Cultural incorporar esa noble piedra cilíndrica que hicieron con sus manos y cinceles los canteros romanos y colocarla erguida al pie de la famosa Vía de la Plata?

Caminamos por una senda tortuosa de bostas de vaca, entre eucaliptos, hasta la casa fuerte y torre de Santiago Bencáliz. Quisiéramos tener el léxico justo para describir sin aspavientos la magnificencia del paraje; pero no lo tenemos y pedimos disculpas por las hipérboles innecesarias que se nos salgan por la punta de la estilográfica. "Voto a Dios, que me espanta esta grandeza/ y que diera un millón por describilla/ porque ¿a quién no sorprende y maravilla/ esta máquina insigne, esta belleza?".

No recuerdo si era así exactamente el cuarteto cervantino; pero es lo que sentimos ante las nobles piedras de la casa fuerte y la torre de Santiago Bencáliz. Allí, nadie. Esperamos presencia humana y nos disponemos a pedir licencia para lambudear por el entorno. Nadie.

De las estancias salen las zuritas y de las buráncolas, los tordos y grajillas. Nos observa un miliario asombroso, que sostiene a dos arcos apuntados de un porche. La primavera cubre con su manto polícromo el delicioso entorno de árboles y estanque.

"Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora, campos de soledad-". No me extrañaría que el espíritu de D. Pedro de Carvajal y Golfín Portocarrero estuviera por allí cerca recitando los famosos versos de Rodrigo Caro. "Oye, Juan, ¿y aquello?". En una suave colina, a un tiro de piedra, unas ruinas nos llaman poderosamente la atención.

"Nuestro ilustre amigo, Don Enrique Cerrillo, sitúa ahí ´Ad Sorores´, la mansio romana entre Emérita y Norba. Vamos a verla". Sólo ya los arcos, algún muro aguanta a duras penas la inclemencia de los siglos. Una nave que se cruza sobre otra más antigua. En un rincón, apenas visibles ya, unos decorados romanos al lado de unos columbarios, especies de asientos labrados en la cantería-.Dejemos este dolor, y volvamos.

Por si era poco, un tractor con rejas ha labrado un acero sobre la mismísima Calzada Romana; pero, hombre, por Dios-Pasan dos peregrinas del Camino Mozárabe hacia Aldea del Cano. "¿De dónde son ustedes?", "Anchorage, Alaska, U.S.A.". ¡Por los clavos de Cristo!, exclamamos sorprendidos. Pasa otra caminante solitaria y la saludamos. Habla español mejor que nosotros, ¿y de dónde és?.."Soy inglesa; mi compañera alemana viene algo más atrás". "Vayan con Dios y mucha suerte".

Esto es el colmo. ¿Nos merecemos la herencia cultural que nos legaron nuestros padres romanos?....Que tengan que venir de más allá del ancho mundo a enseñarnos lo que tenemos-¡Señor!